El lunes 7 de noviembre asistí a una interesante charla del escritor Santiago Posteguillo titulada: «Julio César: Roma soy yo«, dentro de la programación de «Lunes de otoño 2022», un ciclo organizado por la Fundación Caja Rural de Aragón.
Lugar: Sede Central Caja Rural de Aragón, C/ Coso 80
Horario: 19:00 horas
Fecha: 7 de noviembre de 2022
Precio: Entrada gratuita (era imprescindible inscribirse previamente).
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Es muy interesante escuchar y aprender de los escritores, así como conocer curiosidades sobre su forma de trabajar y aspectos de su obra. Por eso, una parte de mi página está dedicada a hacer entrevistas a autores. También por ese motivo, me encanta asistir, cuando puedo, al ciclo «Lunes de otoño». Gracias a esta iniciativa, he tenido la oportunidad de asistir a distintas charlas y os he contado las de Carmen Posadas, Isabel San Sebastián, María Zabay, Rosario Raro, María Reig y Ana Alcolea.
En realidad, se trata de conversaciones entre el protagonista de cada fecha y dos escritores de novela histórica: José Luis Corral y Alejandro Corral. El marco es incomparable, el Salón de Columnas. Como ya os he indicado otras veces, el formato es muy atractivo, porque van surgiendo preguntas, intercambiando impresiones y opiniones. Y existe la posibilidad de adquirir las obras de los tres y de que te las firmen.
Después de los agradecimientos correspondientes, nos presentaron a Santiago Postegullo.
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Es un autor ampliamente conocido por su literatura sobre el mundo antiguo de Roma. De este género, es el escritor que más vende en el mundo, incluso en Italia su obra ha tenido gran reconocimiento. Es profesor de Literatura inglesa y norteamericana. en la Universidad de Castellón. Es académico, pero un día se le ocurrió escribir sobre Roma. Empezó con Escipión, después continuó con Trajano, ganó el Premio Planeta con Julia y, ahora, con Julio César.
A él, lo que le gusta en Zaragoza es decir que se considera amigo de José Luis Corral, eso es lo más importante para él cuando viene a nuestra ciudad.
Es también autor de varias colecciones de relatos, en los que utiliza la literatura como recurso, como «La noche en que Frankenstein leyó el Quijote», historias fantásticas en torno a los escritores y a los libros, o «Sangre en los libros». Por lo tanto se maneja bien en la gran novela, de alto contenido histórico, y en el relato breve.
Sin duda, es el gran referente de novela histórica en España. (Y eso se notaba en la sala, que estaba prácticamente llena, a diferencia de las sesiones anteriores. Además, había público masculino, menos habitual normalmente en estas citas).
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Respecto a cómo fue ganar el Premio Planeta, recordó que a las tres de la mañana, después de hacer muchas entrevistas y atender a muchos medios, estaba tomando cubatas con Luz Gabás en el hall del hotel en un momento de relax muy bonito, pensando en que ella también lo tenía que ganar, por eso le ha hecho muy feliz que lo haya conseguido. Mencionó también otra velada con José Luis Corral, pero no quisieron ahondar más en el tema, aunque quedó el compromiso de contárnoslo en privado.
Sí que nos contó como una vez estaban Luz Gabás, María Dueñas Juan Eslava y él invitados a una mesa redonda de otra Fundación de otra entidad sobre novela histórica. Luz, María y él sonrieron porque habían invitado a tres doctores en Filología Inglesa a esa mesa redonda. Entonces Juan Eslava se echó a reír y al preguntarle, resultó que él también lo era. Curioso que, hablando sobre novela histórica, coincidiesen cuatro doctores en esa materia.
(¡Ah! A Alejandro Corral le contó que para ganar el Premio Planeta hay que presentarse y le aconsejó que continuase escribiendo como lo hace para poder ganarlo)
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Él piensa que a la novela histórica se puede llegar llegar desde el núcleo del sintagma, desde la novela, o desde el adjetivo «histórica». Se puede llegar desde la parte histórica y empezar novelar, hay grandes historiadores -de los que él ha aprendido- que están haciendo novela histórica. Y luego también hay gente que, desde la parte más filológica, más novelística, ha decidido hacer este género.
Ahora bien, ¿por qué de romanos? Él había intentado publicar varias veces, con distintos géneros, con diferentes tipos de novela, Y no lo había conseguido nunca. Dándoles vueltas, al final, decidió aunar a su pasión por narrar, por contar historias, por ser escritor y conectar con el público; con otra pasión que es la historia y, dentro de la historia, por el mundo clásico, por el que siempre ha sentido curiosidad.
El catedrático de la Universidad de Alicante, don Enrique Alcaraz, que contribuyó mucho en su formación, le dijo:
«Santiago si no sabes algo de un tema, escribe un libro, porque como no querrás hacer el tonto, te documentarás y acabarás sabiendo mucho del tema».
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Aunque ya sabía cosas de Roma, cuando vas escribiendo, es cuando vas empapándote y la novela «El hijo del cónsul» es la que conectó con el público. Y ya que había conectado para qué va a cambiarlo. Ahí se quedó y ya lleva unos años.
Y volvimos a esas primeras novelas que no se publicaron y no se van a publicar. La primera era una novela negra, la envió a varias editoriales (entre otras a Planeta, siempre le gusta decírselo). No llegó a ningún lado, pero le pasó algo muy bonito. Era una novela sobre un atentado al rey actual, cuando era príncipe estudiando en la Universidad, contado desde el punto de vista del guardaespaldas y venía desde la extrema derecha (la pensó hace treinta o cuarenta años, luego las cosas van cambiando).
Se la leyó su padre, el único lector, que tenía un don especial para calibrar a las personas. Una vez en el aeropuerto, volviendo de un congreso, su padre le dio la mano a una persona y le dijo en privado: «de ese no te fíes nunca» y ¡cuánta razón, cuánta razón tenía! Y a su padre le gustó el libro. Él tenía parte de razón y le ayudó mucho luego para irse a estudiar a Estados Unidos, le apoyó mucho. Siempre ha sido muy apoyado por sus padres.
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Después de esa novela, escribió una erótica, porque tenía que sublimar -como dicen los psicólogos por algún lado- y la envió sin éxito a La sonrisa vertical, esa colección sobre ese género de los años ochenta. La del asesinato está perdida en alguna mudanza y la segunda la tiene guardada, pero no sale. Años después, escribió «Africanos» y tardó en conseguir publicarla. La mandó a las editoriales, le fueron diciendo que no, que era muy larga. Incluso, su primer editor, el que primero aceptó publicarla y que era de una editorial pequeña, quería recortarla.
Él había añadido una parte de Plauto que querían quitarle. No aceptó, le dijo que la novela era así. Al final la publicó entera, pero también es verdad que le ofreció seiscientos euros. Igual por seiscientos mil la hubiera recortado, pero por ese importe, entera. Esa novela le dio a conocer.
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Remarcó que, en la literatura es un mundo de grandes egos, sin embargo, ese elenco de autores de novela histórica que se conocen en España, se llevan bien, se cruzan en distintos eventos, se van llamando de un lado a otro. Eso es agradable y todos aprenden de todos.
Como hace series de novelas sobre personajes, a él le tiene que atraer el personaje, aunque haya cometido errores, tiene que pensar que se puede aprender algo o puede ayudarnos a comprender mejor cómo somos hoy en día. Cuando acaba con Escipión está un poco huérfano y ahí se encuentra con Trajano. En los libros de historia tendría que poner: porque gobernaba Trajano, el Impero romano llega a su máxima extensión, porque lo hacía muy bien política, social y militarmente. Además, es un personaje hispano, más nuestro. Y de ahí, tres novelas de mil páginas cada una sobre Trajano.
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En cuanto a compatibilizar dar clases y escribir novelas históricas, confesó que a veces va sobrepasado. Aunque hay algo que es verdad, que disfruta de la universidad. Habla de literatura en clase y, otros ratos, hace su literatura. Es vivir su pasión desde el anverso y el reverso de una misma moneda. Es algo que se complementa. Pero se está planteando dejar la universidad muy seriamente, porque se va muy al límite.
Las editoriales presionan para que cada vez acabes tu novela en menos tiempo, los lectores muy cariñosamente te preguntan cuándo va a salir la siguiente novela. Y hace novelas de una cierta extensión, lleva un tiempo y suele tardar dos años. Si quisiera pasar de dos años a año y medio, tendría que dejar la universidad. Es un debate que tiene ahí.
Y volvimos a la trilogía de Trajano, en la que cada una de las novelas tiene una estructura muy redonda, pero muy diferente. Y de ahí, tras personajes masculinos, a un personaje femenino, con el que gana el premio Planeta.
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A los escritores les influye la sociedad y los cambios. Y él considera uno de los grandes cambios muy positivos del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, que vayamos a una igualdad total entre hombres y mujeres. Eso le parece maravilloso. Comparte que, cuando se nos ha contado la historia, muchas veces se ha omitido al personaje femenino, porque el relato histórico, hasta hace muy poco, lo han hecho hombres, solo hombres y centrándose en hombres.
Si bien es cierto que, durante muchísimos siglos, hemos estado en sociedades claramente patriarcales y machistas, con lo cual la mujer lo ha tenido mucho más difícil para destacar históricamente, estar siempre ha estado ahí. Es que además, incluso en esa inferioridad de condiciones, ha habido mujeres que consiguieron destacar de una forma muy notable y muy sobresaliente. Que también a esas mujeres se las ocultara en el relato histórico, era claramente injusto. Y se creía lo de recuperar los personajes femeninos.
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En esto influyó también una compañera de departamento que, cuando se leyó «Africanus» le dijo que todo muy bien, PERO que sus personajes femeninos no estaban suficientemente desarrollados. A él, eso le enfadó consigo mismo, porque se dio cuenta de que llevaba razón. Entonces pensó cómo le había pasado a él eso porque, cuando se fue a estudiar a Estados Unidos a estudiar literatura creativa, ya les explicaban, en los años ochenta, lo del equilibrio entre personajes masculinos y femeninos.
Su interés por ser muy histórico le lleva a seguir con fidelidad las fuentes históricas clásicas, que son todo hombres y ellos han contado la historia de los hombres. Hay que rascar en esos textos para ir encontrando referencias a esas grandes mujeres del pasado, aquellas que destacaron históricamente. Entonces no hay ni un solo libro dedicado a Julia, esposa de Septimio Severo. Pero fue tan importante que, en el libro de Severo, había un montón de referencias a su mujer. Y también los libros dedicados a sus hijos. Él tenía que juntar las referencias a la esposa y a la madre. Y te salía el libro.
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Él no tergiversa nada, es como si filmando el pasado, abriésemos con un gran angular y apareciese esa otra mitad de la humanidad que también estaba ahí. Es una recuperación que no altera la historia, sino que la complementa. Y encima, cómo no le va a estar agradecido a Julia, que le lleva de la mano al premio Planeta. A partir de ahí, a sus pies.
Y siguiendo con la mujer, ha trabajado también el tema de la mujer en «El corazón del Imperio», una serie documental para Movistar. Una experiencia muy interesante, aprendió mucho de cómo es un medio tan diferente a lo individual del hecho narrativo. El escritor es «yo me lo guiso, yo me lo como», eres tu dios en tu mundo literario, tú decides -ciñéndote a unos hechos históricos, qué cuento antes, que cuento después, qué elipsis voy a hacer…
En cambio, cuando trabajas para la televisión, de pronto, hay un equipo, hay un director que decide cosas por ti, hay guionistas, hay actores, hay actrices… Es un trabajo colectivo. Ha aprendido que solo, desde establecer una buena confianza con el director, de sentir que el director no va a traicionar el espíritu de lo que tú quieres hacer, es como se puede hacer esto bien.
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Con Israel del Santo tuvo esa conexión, tan buena que, en una tarde de locura y cervezas, le dijo: «ya lo que sería una pasada es rodar en latín, pero no te atreves». Y, al final, se grabó la serie en latín. Está todo muy medido, no hay que asustarse, solo el catorce por ciento de lo que se dice está en latín, porque sale él como presentador y salen historiadoras que comentan lo que las actrices y los actores van recreando. No cansa.
Eso sí, recuerda el whatsapp que le envió Aitana Sánchez Gijón cuando le mandó el guion en latín, acordándose cariñosamente de su familia. Estaba muy agobiada por cómo iba a poder ella hacer eso en latín, porque es una gran profesional y en su exigencia, enfrentarse a un idioma que no conocía, le imponía. Después, lo hizo maravillosamente. Y a Santiago Posteguillo le encantaba oírla en las ruedas de prensa decir a los periodistas: «pues miren, eso que yo pensé al principio que era una dificultad, luego la verdad es que era mucho más sencillo sentirse senadora de Roma, hablando en latín».
Él dejó ver un capítulo a su hija adolescente de dieciséis años, que está acostumbrada a ver Netflix, que tiene un ritmo narrativo vertiginoso, ágil (por eso, para él, no ha triunfado la película «Blonde», por su ritmo narrativo muy lento, a pesar de ser interesante para él). Y ella le dijo que le parecía entretenido, con lo cual él pensó que podían llegar al público joven, que habían sabido contarlo de una forma atractiva.
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De ahí pasamos a su última novela sobre Julio César, un personaje sobre el que estamos muy contaminados de tópicos, se ha simplificado mucho su figura. Probablemente para muchos es un dictador de Roma, que acaba con la República y llega el Imperio. No es un dictador, si utilizamos la palabra como la entendemos en el siglo XXI. Entendemos por dictador a una persona autócrata, que llega al poder para su propio beneficio y que aniquila a toda la oposición, acaba con ellos. Eso no era Julio César.
César es el último de una serie de personas que intenta cambiar la República romana para hacerla más justa. Es el último que se enfrenta a la oligarquía que quería mantener sus privilegios y eso muy dictatorial no suena. Es verdad que al final se hace con el poder único, derrota a sus enemigos en la guerra civil y, después, los perdona. Esos a los que perdona, le rodean el 15 de marzo del 44 a.C. y lo asesinan. Eso no es un dictador, un dictador no perdona. Si hubiese sido un dictador, hubiese seguido vivo.
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Él era magnánimo en la victoria, era compasivo. Es muy personaje mucho más complejo. Sí, hace barbaridades, pero es más complejo y por eso, Santiago Posteguillo tiene que eliminar los tópicos, explicar quién era realmente y por qué fue tan importante, quién es el personaje humano detrás de este personaje histórico. Por eso quería empezar con algo desconocido. Julio César a los veintitrés años era alguien relativamente desconocido en Roma.
Va a hacer algo que era lo que hacían los patricios romanos para darse a conocer, ser abogado, defendiendo o acusando en distintos juicios, porque los juicios en Roma eran públicos Si se juzgaba a alguien importante, la gente podía ir a la basílica -abierta en el foro romano y donde se impartía justicia-. Cayo Julio César se presenta a los macedonios para ser su abogado contra el senador corrupto Dolabela– brazo derecho de Sila-, que les ha robado, les ha esquilmado, que contrata asesinos a sueldo y que cuenta con los mejores abogados porque tiene mucho dinero. Además, el tribunal está compuesto por solo senadores.
Es muy difícil ganar ese juicio. La novela empieza con sus amigos tratando de convencerle para que no acepte, porque se juega la vida. En esa primera novela lo intentan matar tres veces.
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Él ve que en España hay un gran interés por el género de la novela histórica. Cree que puede deberse a que, aunque ha habido ocho reformas educativas en las que, sean de la ideología que sean, las humanidades siempre pierden, se van recortando, en particular la historia; no han conseguido acabar todavía -lo intentarán- con la natural curiosidad del ser humano de saber de dónde viene. Hay mucha gente que tiene curiosidad por saber de nuestro pasado.
Ahí aparece la novela histórica, que lo cuenta de una forma entretenida, amena y muy documentada. Entonces surgió otro tema. El mundo académico a veces es demasiado elitista y no entiende que tiene que serlo en la investigación, en el sentido de exigente, pero que tiene que estar conectado con la sociedad, para mejorarla. En el mundo científico, sí que han entendido más que hay que explicar lo que hacen. Se ha pensado que las humanidades están más próximas y que no hay que explicarlo. Pero sí que hay que hacerlo. En ese divismo académico se ha metido la novela histórica y está cumpliendo, en parte, esa función de divulgación.
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¡Un millón de gracias a Santiago Posteguillo por su entretenida conversación y por compartir con los asistentes ese rato de charla tan agradable e interesante!
Santiago, supongo que nunca leerás este texto, pero, si lo haces, quiero decirte que me encantaría poder hacerte una entrevista. Por favor, ¡acepta mi invitación! Me harás muy feliz.
Gracias también a los conductores del acto: José Luis Corral y Alejandro Corral, especialmente por plantear esas cuestiones que nos interesaban a todos. Asimismo, gracias a Fundación Caja Rural de Aragón por esta magnífica iniciativa cultural y a la librería.
¡Estoy esperando ya con muchas ganas que llegue el próximo lunes y escuchar a Manuel Vilas!
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