Lunes de otoño. Rosario Raro

¡Han vuelto los lunes de otoño literarios en Zaragoza! El lunes 18 de octubre asistí a una interesante charla de la escritora Rosario Raro titulada: «Un viaje novelesco desde Segorbe a Canfranc«, dentro de la programación de «Lunes de otoño 2021», organizada por la Fundación Caja Rural de Aragón.

Lugar: Sede Central Caja Rural de Aragón, C/ Coso 80

Horario: 19:00 horas

Fecha: 18 de octubre de 2021

Precio: Entrada gratuita (era imprescindible inscribirse previamente).

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Sabéis que me encanta escuchar y aprender de los escritores, así como conocer curiosidades sobre su forma de trabajar.  He tenido la suerte de poder hacer entrevistas en el blog a unos cuantos, siempre con gran generosidad por su parte.  Por eso, no dejé pasar la oportunidad de inscribirme otra vez en el ciclo «Lunes de otoño».  A través del mismo,  he tenido la oportunidad de asistir a las charlas de Carmen Posadas, de Isabel San Sebastián y de María Zabay, disfrutando muchísimo.

En 2020, solamente pudo celebrarse la primera charla prevista, la de María Zabay, porque la ciudad pasó a Nivel de alerta 3 y este tipo de actividades se suspendieron. De momento, este año 2021 se han retomado y la primera pudo celebrarse, siempre con las medidas necesarias.

En realidad, se trata de conversaciones entre el protagonista de cada fecha y dos novelistas: José Luis Corral y Alejandro Corral.  El marco es incomparable, ya que todos los espacios de este edificio son espectaculares.  El formato es muy atractivo, porque van surgiendo las preguntas como si estuviesen tomando un café informal, intercambiando impresiones y opiniones. Y existe la posibilidad de adquirir las obras de los tres.

Después de los agradecimientos correspondientes, nos presentaron a Rosario Raro, una de las grandes, autora de tres novelas y varios relatos.  Estudió Filología Hispánica en la universidad de Valencia y es profesora de Lengua Española y Escritura Creativa en la Universitat Jaume I de Castellón.  Ha obtenido diversos premios y es una excelente persona, en palabras de José Luis Corral.

A partir de ahí comenzó un viaje literario por sus tres novelas: «Volver a Canfranc» (2015), «La huella de una carta» y «Desaparecida en Siboney».  Respecto a la primera, la escritora nos contó que la mecha prendió en Jaca, en Huesca, pero cuando llegó a Zaragoza fue la eclosión.  Indicó que, por suerte, estaban en la sala algunas de las personas que le habían apoyado desde abril de 2015 de forma incondicional.

Reconoció que es verdad que tiene algunos de los mejores lectores y añadió que, por suerte, ahora lo de los lectores-amigos se ha desdibujado.  Nos contó que esa mañana había estado en Jaca y el día anterior en Canfranc.  El motivo había sido que se había celebrado de nuevo el viaje teatralizado sobre su novela, contando con el apoyo de RENFE y con un guía, Manuel Bueno, que es el alma.  De hecho, han pasado 530 personas ya por allí y hay una lista de espera de 300 para cuando vuelva a tener lugar, en Semana Santa.

Nos confesó que es muy afortunada de ver que existe un viaje teatralizado (en el que se puede viajar a 1943 y ver al protagonista), una ruta literaria y una visita guiada a la estación basada en su libro.  En este punto, apuntó que ella cree que cuando nos ponen a escribir (y mencionó que en la sala había grandes autores y autoras, como María Frisa), ya hay que tener la historia.  Para ella, escribir es realmente transcribir porque la historia ya la tiene que tener en su cabeza primero, como sucede con todas las profesiones.

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En el caso de su primer libro, la primera vez que ella vio la imagen de la estación fue en una fotografía de un libro titulado «Lugares abandonados», publicado en Versalles.  Le llamó la atención, pensó que estaba en algún lugar de Europa, Austria o París… Y le sorprendió que estuviese en la provincia de Huesca, a 8 kilómetros de la frontera de Francia, en la Jacetania.  A partir de ahí, cada vez que tenía un momento leía sobre su historia, convirtiéndose en una especie de agradable obsesión.

Y cuando llegó a los acontecimientos históricos de la Segunda Guerra Mundial y a todo lo que supuso Canfranc como lugar de libertad, la cantidad de personas a las que salvaron gracias a que cruzaron su puerta, como si fuera una gran matriz que los llevara a otra vida, a otra oportunidad, pensó que esa historia tenía que escribirla.  Había muchas referencias, muchos libros de ensayos previos.  Y se lanzó, una insensatez en su opinión, porque ella es de Segorbe (de ahí el título de la charla).

Nos señaló que la especialidad de los autores tiene que ser escribir sobre temas de los que, antes de empezar el libro, no saben demasiado.  Y cuando terminan, todo ese proceso les convierte en expertos.  A ella la fase de documentación le resulta muy interesante, porque tiene mucho de detectivesca, pero tiene que ser muy rigurosa porque les leen con lupa.  No son expertos en nada, pero los lectores sí, cada uno sabe de su especialidad y cuando hay algo que no cuadra la verosimilitud cae.

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Apuntó que ella cree que la reivindicación del Canfranero es muy necesaria, entre otras cosas, porque es el camino más corto entre Madrid y París.  Es la gran salida a Europa y era un escaparte de todo lo que se quería mostrar.  Se tapió durante la Guerra Civil, después, en el 44, se volvió a cerrar el paso hacia le norte.  Ahora espera que ese resurgimiento sea imparable.  Nos trasladó un dato técnico increíble.  El Canfranero desde Zaragoza tarda un cuarto de hora más que en 1928.

Y nos detalló que tiene un sistema para los personajes.  Hace una plantilla con ellos y son todos personas reales, que ella conoce, a veces no directamente. De este modo, evita posibles equivocaciones. En algunas ocasiones, utiliza algún político porque dan mucho juego, porque acaban convirtiéndose en caricaturas de ellos mismos.  Que sean reales, le ayuda muchísimo porque sí ella está pensando en alguien en concreto, ya sabe cómo anda, como se mueve, cómo habla, lo que nunca diría. Y así, se encarnan.

Si los construyese de la nada, sin hilos, inventándolos, cree que se quedarían más esquemáticos.  Aunque también hay contras.  Luego le pasa que alguien espera encontrarse en la novela y dice «no estoy».  Y, al revés, creen que son alguno de los personajes.  También, como en el caso del protagonista de «Desaparecida en Siboney», puede juntar dos personas en una. En este caso, para ser una novela de peripecias y en la que sucediesen muchas cosas, tenía que ser una personalidad muy rica.

Y añadió que le gusta incluir en el nombre de los personajes su destino de alguna forma, nunca pone un nombre al azar.

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En cuanto a la segunda novela, «La huella de una carta», es una mezcla del consultorio de Elena Francis y los efectos de la talidomida.  Y, en cuanto al nombre de la protagonista, Nuria, se apellida Somport, porque tenía que atravesar un túnel.  Es una persona distinta cuando empieza la novela y cuando termina, por las circunstancias que le toca vivir.  Al marido lo llamó Máximo porque era lo máximo, ahí lo tuvo fácil.

En el caso de este libro, lo que pasó es que leyó una noticia sobre que, en España, habían llegado a nacer dos mil bebés afectados por la talidomida, nacían sin brazos, sin piernas… Y miles no llegaron a nacer.  Pensó que muchos episodios se habían ocultado debajo de la alfombra (como el aceite de colza, los trabajadores de uralita, etc.).  Se puso en contacto con la Asociación de afectados (que está en Alcantarilla – Murcia-) y la historia le apabulló.

Lo fácil hubiese sido escribir una segunda parte de «Volver a Canfranc», porque la canalización ya estaba hecha, pero piensa que los escritores tienen que escribir en cada momento lo que sientan.  Y en cuanto a las cartas del consultorio, llegó a ellas porque dijo: ¿Dónde puede haber un archivo de la intrahistoria de este país, con pelos y señales, no lo que salía en el Nodo, ni en los seriales de la radio, ni en las películas de Saiz de Heredia y demás, que convergían en el mismo ideario?

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Entonces comenzó a tirar del hilo de las cartas que se habían mandado al consultorio y su intención fue localizarlas, saber si había algunas relacionadas con la talidomida, si había escrito alguna de las madres afectadas.  Fue apasionante, primero supo que los dueños tenían una masía en Cornellá, donde habían estado almacenadas.  Más tarde, habían pasado al archivo del Baix Llobregat en San Feliú.

Fue y encontró un filón.  De cada una de esas misivas se puede escribir una novela porque son historias tremendas.  Sospechosamente no encontró cartas sobre el tema fechadas entre el 69 y el 71, entre las 75.000 que se conservan. Esa ausencia le hizo pensar.  El Gobierno nunca reconoció que aquí se habían dado esos casos, además había una censura muy férrea.

A Rosario Raro le gusta poner el dedo en la llaga y basta que se trate de un tema incómodo para que escriba sobre el mismo, porque cree que los autores también tienen cierta obligación moral, la de dar voz a los que no la tienen.  Y los afectados del medicamento de referencia han sido muy silenciados.  Nos dio un dato escalofriante.  En Alemania, un afectado cobra siete mil euros al mes, en España (después de mucha lucha) 42 al mes.  Eso es algo que se debería remediar.

Siempre comenta que «Volver a Canfranc» le hizo nacer como escritora, pero «La huella de una carta» le hizo crecer como persona y estar, convivir con los afectados, que no han perdido el ánimo, que incluso trabajan por el bien común.  Y eso es una lección enorme que lleva a relativizar.

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Le dejaron ver las cartas físicamente, aunque tuvo que firmar un documento para comprometerse a no desvelar nombres.  No estaba en su intención, por una cuestión de respeto y de delicadeza.  En su novela, todas las cartas que aparecen son reales, pero las personas que protagonizaron esos hechos lo supieron antes de la publicación, le dieron su autorización, aunque le anticiparon que corría el riesgo de que no se lo creyera nadie, a pesar de que sucedió.

Eran unas historias tremendas, tanto que más que dirigirse a la radio deberían haber ido a una comisaría. También se dio cuenta de que había muchas cartas de hombres, pero no se emitían porque en esa época no utilizaban cosméticos.  Y el consultorio no era un teléfono de la esperanza, ni un medio para ayudar, era un formato publicitario para vender cosméticos. Después de una carta tremebunda, anunciaban el producto y se quedaban tan tranquilos.

Eligió algunas de esas cartas, que pasaban por una doble censura, y las incluyó en su historia, como una especie de microrrelatos, especialmente aquellos que trataban sobre temas que entonces no existían para el Régimen, como la homosexualidad, malos tratos, incesto, etc.  Y recordó que el desván de la masía, había un millón de cartas guardadas. Rescataron 75.000 y una tercera parte están digitalizadas.  Lo que nunca pensaron quienes las mandaron es que ahora estarían al alcance de quien quiera leerlas.

Y pasó a su tercera novela, «Desaparecida en Siboney».  En este caso, como siempre que escribe, aprendió muchas cosas.  Por ejemplo, se dio cuenta de que las historias pueden ser verdad o mentira, depende desde dónde y hasta dónde las cuenten.  En España, la Revolución Industrial fue, sobre todo, catalana y textil.  Cuando vio lo que valía un telar en 1875, pensó lo que suponía llenar una nave entera de telares, se necesitaba una fortuna.

Nos han contado que las grandes fortunas de la alta burguesía catalana provenían de la industria textil, pero la pregunta que se hizo ella para escribir la novela, fue de dónde había salido el dinero para montar las fábricas.  Y comenzó a indagar, hizo muchos descubrimientos y el más importante fue que, en la mayoría de los casos, provenía del tráfico de esclavos.  Para evitar acabar en los juzgados, al vincular a personajes actualmente relevantes con sus antepasados negreros, ella tiene una costumbre muy curiosa para no defraudar a sus lectores.

En las últimas páginas de sus libros, en las notas de la autora, le gusta poner las cartas sobre la mesa, detallar lo qué es ficción y qué realidad.  Aquí lo hizo con un telegrama real.  Si se pone su contenido, una línea, en el buscador de internet, automáticamente se descubre quiénes son los personajes.  Sin duda ¡un trucazo!

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Asimismo, conoció lo que era la sacarocracia.  Las exportaciones de Cuba eran el café y el cacao, ambos tremendamente amargos en origen.  Cuanto más se exportaban, más azúcar se necesitaba.  Por eso, los productores de azúcar eran quienes tenían más dinero en la élite colonial, estaban en la cúspide. Y la protagonista pertenece a esa sacarocracia.  Estuvo de acuerdo en que se ha escrito poco sobre ese momento histórico y es un momento muy atractivo.

En 1875, Cuba era la provincia más rica de España.  Cuando había un invento en el mundo, los primeros lugares a los que llegaba era a Nueva York, París, Londres, Santiago de Cuba y la Habana.  Hay mucho desconocimiento sobre lo que supuso. El algodón para la industria procedía de allí y era muy barato, porque no se pagaba la mano de obra.

Por último, Rosario Raro nos adelantó algo de su próximo trabajo.  En sus tres novelas hay elementos que son marca de la casa.  Y en la cuarta también van a aparecer: el tema social, que está basada en hechos reales y que supone sacar a la luz acontecimientos muy relevantes pero que no son demasiados conocidos.  Respecto a la fecha, a ella le gustaría que estuviera en abril para estar en Zaragoza en San Jorge, porque para ella es un ritual. Ya la ha entregado.  En esta ocasión, vuelve a 1944-45 en España.  Y nos desveló que íbamos a reconocer muchos lugares y que, cuando supiésemos el tema, recordaríamos esta charla y sonreiríamos.

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¡Un millón de gracias a Rosario Raro por su entretenida conversación, por compartir con los asistentes tantos detalles y tantos aspectos interesantes! Estaremos muy pendientes de la novedad que tiene entre manos.  Y, por supuesto, me encantaría poder hacerte una entrevista, la invitación está hecha.

Gracias también a los conductores del acto: José Luis Corral y Alejandro Corral, especialmente por plantear esas cuestiones que nos interesaban a todos.  Gracias a los organizadores (personal de Fundación Caja Rural de Aragón) por esta magnífica iniciativa cultural y a la librería.

¡Estoy esperando ya con muchas ganas que llegue el próximo lunes y escuchar a Luis Zueco!

 

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