Desde hace tiempo, tenía pendiente contaros toda una experiencia. Ha llegado el momento. Os hablo de una ruta circular por los Mallos de Riglos: “Camino del cielo”. Un sendero de baja dificultad, de unos cinco kilómetros y medio, con una duración aproximada de unas 2 horas y media.
Riglos
La ruta parte del pueblo de Riglos. Esta localidad oscense ha sido incluida en la lista de los pueblos con más encanto del mundo, según el diario francés Le Monde. Podéis ver el artículo aquí.
«Hay que ir a Riglos en invierno para encontrarse con un paisaje novelesco, de campos de almendros, robles verdes y olivos».
El bonito pueblo aragonés ocupa el número 7 en esta prestigiosa lista.
En este municipio de casas blancas en pendiente, a orillas del río Gállego, destaca su tranquilidad y, sobre todo, su entorno. Se encuentra en un espectacular paraje natural, único en Aragón, declarado Monumento Natural por su valor paisajístico. Si algo llama la atención allí, son unas impresionantes formaciones geológicas de color rojizo con paredes verticales de hasta 300 metros de alto, denominadas mallos.
Mallos de Riglos
Mallos de Riglos: Camino del cielo
Esta ruta es un recorrido circular alrededor de los Mallos de Riglos. Y creedme, hay que hacerla porque te permite contemplar la grandiosidad de estas enormes paredes verticales de piedra de más de 300 metros de altura. Y las vas contemplando desde todas sus caras, mientras disfrutas también del paisaje que ha modelado el río Gállego.
Dentro del pueblo, enlazando con el Camino Natural de la Hoya de Huesca, junto al lavadero, hay una calle que sube en fuerte pendiente pasando junto a una fuente. Al llegar a la plazoleta se toma la calle que comienza a la derecha y que sale fuera de la población siguiendo las marcas blancas y rojas del GR 1 hasta el poste que señala la vuelta circular, donde el GR y el Camino Natural continúan recto.
El sendero circular se puede realizar, lógicamente, en dos sentidos, dependiendo de por dónde empieces. Si comienzas en el sentido de las agujas del reloj, el ascenso es más rápido y pronunciado, mientras que la bajada es más suave y prolongada. La casualidad (y, probablemente, el desconocimiento) hizo que nosotros hiciésemos el ascenso más largo, pero con un desnivel más progresivo. Aún así, no os voy a engañar, hay subida. Con calor y buen sol, se suda, os lo garantizo.
En cualquier caso, el recorrido es espectacular lo hagas como lo hagas. Y las vistas no pueden ser más bonitas. Hay que ir parando, para hacer unas indispensables fotografías.
¿Queréis que os cuente un dato curioso? Cada mallo tiene su propio nombre. Algunos de estos nombres son: Firé, el Puro, los Volaos, el Cuchillo, el Melchor Frechín o Águila Roja.
Todo el recorrido es precioso, a pesar de que la subida es fuerte.
Y tened en cuenta que hay tres puntos reseñables: El mirador del Colorado, el mirador de Bentuso o Espinable y el mirador del Circo.
En la parte más alta, nos encontramos con el Mirador de Bentuso. No hay pérdida, porque hay un letrero informativo. En el mismo, se muestran los nombres y puntos más importantes de la ruta. Toca buscar delante, con nuestros ojos, lo que el cartel detalla y ¡disfrutar!
Desde este mirador se observa la entrada del río Gállego en las llanuras oscenses, dejando atrás las Sierras Exteriores y las tierras pirenaicas donde nace. Los núcleos de población, como Murillo y los fértiles campos de cultivo que le rodean se localizan en las antiguas terrazas fluviales del Gállego.
A la izquierda, podemos ver el mallo Pisón, que es el más imponente con sus casi 300 metros y su gran envergadura. A la derecha, se observa el mallo Firé, otra espectacular elevación. Y, en medio, también hay mirar las llanuras que rodean el cañón del río Gállego en su tramo medio. La panorámica no tiene desperdicio. Y, después de recrearse un buen rato, es aconsejable descansar un poco para continuar con el descenso.
La panorámica desde el mirador natural que constituye Bentuso, también conocido como Espinabla, resulta espectacular, al ofrecernos el conjunto geológico de los Mallos sobre las llanuras que rodean el cañón del río Gállego en su tramo medio. Estos relieves albergan interesantes poblaciones de aves rupícolas como el buitre leonado o el treparriscos, a las que podemos contemplar en vuelo, planeando en lo alto del cielo, en busca de alimento.
Desde allí, comenzamos la bajada, con bastante pendiente, pero acompañada de unas vistas inigualables.
Si hacéis la ruta en verano, como nosotros, es aconsejable madrugar, llevar agua abundante y protegerte del sol, con crema y una gorra. Y es importante, ponerle ganas.
Si te gustan las aves, también es oportuno llevarse unos prismáticos, para no perderse detalle.
En algunos de estos mallos, como el Melchor Frechín, el Paredón de los Buitres o el mallo del Agua, se puede realizar el ascenso a pie hasta la cima. Por el contrario, en otros mallos, la única vía de acceso es mediante la escalada de sus impresionantes paredes verticales.
Terminando la ruta, disfrutamos viendo cómo escalaban esa pared casi vertical. Nos quedamos con la boca abierta.
Los Mallos de Riglos son visibles desde diferentes puntos. Por ejemplo, desde la carretera camino a Riglos ya se pueden apreciar y, desde allí, hay una preciosa panorámica.
Por último, comparto con vosotros que, para contemplar todos los Mallos, puede que el mejor mirador sea el que está en el Centro de Interpretación de Aves Rapaces. Y por lo que ví, pienso que el mejor momento para disfrutar de este maravilloso paisaje tiene que ser al atardecer, porque seguro que los colores rojizos se vuelven más especiales y construyen un ambiente mágico.
En ese punto del día, al atardecer, nosotros estábamos disfrutando de otro lugar increíble, el castillo de Loarre. Pero, esa es otra historia. Os recomiendo que, si podéis, os perdáis por este enclave único y espectacular. No os vais a arrepentir de acercaros, la sensación de beber algo fresco al terminar y después de haber visto un paisaje tan maravillo, es única.
¡Caminar por el cielo es fantástico!
0 comentarios