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Reseña «Postales coloreadas»

Autora: Ana Alcolea

Páginas: 315

Curiosidades

Solamente hay una forma adecuada de comenzar la reseña de «Postales coloreadas».  Y es que os tengo que contar que me he leído este libro porque, entre todas sus obras, me lo recomendó su autora, Ana Alcolea, en la entrevista que le hice y que podéis ver aquí.

«Te voy a recomendar «Postales coloreadas», que es una novela sobre una familia a lo largo de todo un siglo, escrita con mucho humor negro y nada condescendiente. La escribí tras la muerte de mi abuela, que me contaba muchas cosas que se habrían perdido si no hubiera escrito la novela…»

Una buena razón para hacerme rápidamente con este libro ¿no os parece?  Además, está publicado por una editorial aragonesa, Contraseña.  ¿No sería maravilloso llegar a publicar algún día con ellos mis relatos o incluso una novela? Bueno, voy a dejar de soñar, vamos con la reseña ¡qué rápido me voy por las ramas!

Asimismo, la historia nos lleva a hacer un amplio recorrido por una ciudad que me encanta y que conozco bien, aunque siempre consigue sorprenderme, Zaragoza.  Y es que la escritora nació al este del canal, así también cobra sentido el nombre de su blog.

¿Todavía no os parece suficiente? Pues voy a convenceros con un motivo de pesoAna Alcolea recibió en octubre el Premio de las Letras Aragonesas 2019, un galardón que tiene como objetivo reconocer una labor continuada o de especial notoriedad e importancia de personas, instituciones o entes aragoneses, en los ámbitos de la creación e investigación literarias.

Y destaco de su discurso de aquel día las siguientes frases:

“Las palabras nos abren ventanas, nos sobreviven”

“Somos lo que comemos, pero sobre todo somos lo que leemos. Cuando leemos un libro sus palabras se convierten en únicas para el lector. El libro y sus letras son los espejos en los que nos miramos”

“Si no vivimos en las palabras, vivimos en un limbo inexistente, las palabras son nuestra casa más preciada”

Sinopsis

A finales del siglo XIX, Juan, un joven almeriense nacido en una acaudalada familia, decide abandonar su ciudad y su desahogada vida para entrar a trabajar en el ferrocarril. En su primer destino como jefe de estación conoce a su futura mujer, Agustina, con la que tendrá siete hijos.

«Postales coloreadas» es la crónica novelada del periplo vital de Juan y de Agustina, padres de la abuela materna de la autora, y de sus hijos; una crónica que parte de Almería y llega a Zaragoza, con paradas intermedias en una pequeña aldea de la provincia de Orense, Vigo, Madrid y varios pueblos de la provincia de Teruel.

A lo largo de esta narración, en la que se entrelazan pasado y presente, memoria e invención, lo que se dice y lo que se calla, certezas y suposiciones, y en la que aparecen diversos objetos con un gran poder evocador (postales coloreadas, fotografías de estudio, dos bastones con mango de plata, un azucarero, una talla de san Antonio, unos pendientes que en su origen fueron unos gemelos, entre otros), el lector será testigo de algunos de los acontecimientos que jalonan la vida de una familia cuya existencia está marcada por un padre acostumbrado a hacer su santa voluntad.

Reseña "Postales coloreadas" Mis Palabras con letras

Mi opinión 

Estructura

Es una historia contada en primera persona, los recuerdos y vivencias de una familia se van sucediendo, sin que haya una división en capítulos como tal.

La historia

«Postales coloreadas»  es una obra que gira en torno a la familia de Ana Alcolea, desde los padres de su bisabuelo Juan.  A partir de ahí, vamos conociendo a los integrantes, con su carácter y las cosas que les van pasando.  A la primera que nos presenta es a su abuela, que no nació junto a ningún río, porque había nacido en una corrala vecinal.

Con gran generosidad, la autora nos abre y va desgranando los recuerdos de una gran saga, con defectos y virtudes, marcada por los lugares en los que van viviendo, el contexto histórico en el que se mueven y por los personajes que salen a su paso según el momento.  Pero, todo gira también en torno al armario de su abuela, una gran y simbólica memoria que guarda gran parte de la historia.

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Ese armario es una bonita metáfora del pasado y de las raíces de esa familia.  Allí hay postales, fotografías, bastones… pero también se conservan azucareros de aluminio, una aguja de corbata, la vieja lata con dibujos japoneses, la polvera plateada y espejitos redondos, la lima de mango de plata con flores y hojas repujadas, los muñecos y otros objetos que evocan detalles y sucesos de los antepasados.

Junto al tema principal, se tratan otros, como la historia del ferrocarril, un invento que comienza con la construcción de las vías, formando un cauce vacío, a veces extraordinariamente recto y a veces sinuoso, según pedía el terreno.  Y dos años después llegaría el tren con viajeros, tras los de mercancías, con algodón o carbón, o hierro, o madera, y los de ganado.  Fue uno de los vehículos de la expansión industrial y regeneracionista del país.

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La emigración a América de mujeres recién paridas, que dejaban a sus hijos a cargo de otras recién paridas y se iban en barco como amas de cría para criollitos de madres poco dotadas para la lactancia. Otras se fueron para dedicarse al tabaco, fabricando habanos. También se trata cómo era los partos de antes, largos y complicados para las mujeres.

Nos describe cómo es la gente gallega, rodeadas de eucaliptos, y a qué se dedica, a sus pastos y a sus vacas. También las de Aragón, con palabras propias, secas y de hablar duro, rodeadas de alguna que otra chopera, campos de trigos y de azafrán.

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Vemos también distintas formas de vida. Nos traslada también las enormes diferencias entre la casa donde crece Juan, acostumbrado a sábanas de hilo, al sofá rojo, a la alfombra persa.  Y la estación donde comienza a trabajar con un camastro que hace un ruido infernal y un excusado, que es simplemente un pequeño habitáculo con un agujero redondo tallado en una tabla. De un caserón a una parada de tren.

Además, nos muestra la forma de vida en una corrala madrileña, con mujeres que habían parido al menos tres veces, habían dejado sus pueblos y aldeas para vivir en la capital lejos de sus familias, haciendo malabares para que las cuatro perras gordas que les daban sus maridos se multiplicaran cada semana.  El mundo se reducía a lo que pasaba dentro de aquella vecindad y a su camino al mercado.

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Se cuenta cómo eran los hijos varones lo que tenían que aprender y las hijas no aprendían ni a leer ni a escribir.  Ellas estaban destinadas a tener hijos y para criarlos no hacía falta aprender.  Los padres tenían la esperanza de ir casando a sus hijas con hombres pudientes, debían darse cuenta de que la vida no era un sueño de señoritos.

Otro tema es que muchas de las mujeres que trabajaron en aquella época se quedaron sin pensión, porque los jefes a menudo engañaban a Hacienda con triquiñuelas o no se cotizaba por ellas como se debía.

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A través de las protagonistas, vemos que algunas mujeres preferían malcasarse que quedarse para vestir santos, porque pensaban que un hombre siempre te daba algo.  Incluso, algunas justificaban que los hombres hiciesen lo que les diese la gana y seguían considerándolos buenos.  O consideraban frescas a otras por darse un beso en la orilla del río. En aquellos tiempos las mujeres se tenían que aguantar con los maridos que les habían tocado.

Se refleja el difícil y casi invisible papel de la mujer en aquel contexto:

«Los curas le habían enseñado que las mujeres, todas sin excepción, eran hijas y madres del pecado» (página 20) 

«Las mujeres estáis mejor así, sin leer ni escribir.  ¿Para qué queréis aprender? ¿Para leer los periódicos? No son asunto vuestro las noticias sobre lo que pasa (…). Vuestra madre no ha aprendido nunca, y maldita la falta que le ha hecho. Para tener hijos, para darles la teta y para criarlos como a vosotros no es necesario» (páginas 76 y 77) 

«Aquello eran lo hacían las mujeres: parir, criar a los hijos y luego, antes o después, morirse. La suya la había parido, la había criado y también le había enseñado a ordeñar y a llevar una casa» (página 145)

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Asimismo se hace referencia a otros temas como la existencia de los escribanos profesionales, de los que escribían cartas a los analfabetos, algo que, en aquel entonces, eran casi todos los soldados y una gran parte del resto de la población. Las fotos de estudio en las que se posaba de las maneras más peregrinas y donde la distancia hacía el resto.

Y se recogen episodios de distintos conflictos, incluyendo la Guerra Civil española, que trajo polvorines, bombardeos, fusilamientos y encarcelamientos.

Los personajes

La familia: 

Don Mateo y doña Margarita tienen cuatro hijos: dos hijas, Juan y otro hijo menor, Andrés.  Viven en Almería. Es una familia acomodada que vive en un caserón.

Don Valentín González y doña Pura tienen tres hijas, dos hijos ( y Manuel) y siete vacas.  Las hijas son Elvirita, Angelina y Agustina, la pequeña de la familia. Viven en Amoeiro, una aldea de Galicia.

Juan y Agustina se casan y se instalan en la casa de la estación. Tienen siete hijos: Valentina, Dolores, Enrique, Miguela, Mercedes, Pilar y Cristina.

Su hija Mercedes se casa con Paco y tienen una única hija, la madre de Ana.

La familia de Juan

Don Mateo Del Águila, el padre, tiene primero una fábrica de cerillas, después otra dedicada a los tejidos de algodón. No ve con buenos ojos las veleidades intelectuales de su hijo, quiere que herede el negocio e incluso sus trajes, elegantes y confeccionados por los mejores sastres. Caza patos en verano, una de sus aficiones preferidas, y los inviernos los dedica también a cazar, pero no patos precisamente.  Sus presas preferidas son las coristas de las compañías de teatro que van de vez en cuando a la ciudad. Cuando el teatro está cerrado, acude a casa de doña Eulalia. Es testarudo, pero no tanto como su hijo.

Doña Margarita es la enguantada mamá. Toca el piano y con su música llena el caserón.  Sus dedos son largos y delicados. Es muy exagerada.  Va envuelta en tules y encajes.

Juan estudia en un seminario y después para maestro. Le parece bien eso del proletariado y la igualdad social.  Su padre cree que debe heredar la fábrica. Tiene una frente estrecha y anda siempre con el ceño fruncido. Es bastante listo e incluso escribe bien.  Es alto, bien parecido. Acaba sus estudios y vuelve a casa. Él cree en el derecho de huelga y el amor libre. No quiere ser director de la empresa. Toma la decisión de irse con el tren.

Se forma para ser jefe de estación y así conoce a Agustina.  Deja de ser jefe y pasa por muchas estaciones.  Asciende en 1911. Conserva los gestos y la manera de hablar y de mirar propios de un señorito.  Es el más alto y el más gallardo, con andares estirados. Su sonrisa es amable, aunque leve, y su frente prominente, tiene un aire de caballero galdosiano.  Considera que ya ha hecho bastante trayendo a sus hijos al mundo. Con el tiempo deja de ser tan quisquilloso, clasista, elitista y esnob.

La familia de Agustina: 

Doña Purita es la madre de Agustina.  Es una mujer delicada que no está para tareas domésticas desde su último y malogrado parto.  Entonces se queda casi sin habla y solo sale de su habitación para hacer la comida.  Después ve como uno a uno sus hijos se marchan de la aldea para conocer otros mundos.

Don Valentín es el padre de Agustina. Es un hombre de cincuenta años con el pelo cano cubierto permanentemente con una boina negra.

Las dos hermanas de Agustina, Elvirita y Angelina, se dedican al negocio del tabaco en Cuba, trabajan de cigarrerasNo han vuelto al pueblo.  Nadie sabe si tienen familia allí, si se han casado o si tienen hijos.  En sus cartas siempre dicen lo mismo, que están bien de salud, que el tiempo siempre es soleado y que llevan sombrero de paja.

Benito es un hermano de Agustina que se marcha a Cuba, donde conoce a una cántabra de nombre Magdalena, que era de Santoña y detesta el olor a pescado.  Se casan y después regresan.  Viven en Santander.

Manuel ha el el otro hermano varón de Agustina.  Se marcha a Argentina.

Agustina, cada mañana va al río a lavar la ropa de toda la familia que queda en la aldea.  Así ve como se va levantando la pequeña estación al otro lado del río.  No ha ido nunca a la escuela porque no hay en la parroquia, ni tiene grandes deseos de aprender.  Se ocupa también de las vacas.  Es una moza de carnes duras y calientes.  Su pelo, de color castaño claro, es fino, liso y se lo recoge en un moño bajo que esconde bajo un pañuelo.  Sus ojos son de un color gris desleído y parecen estar siempre a punto de llorar.

Le gusta ir a los bailes del concejo, es menuda, graciosa y con un buen sentido del ritmo. Tiene una piel muy blanca y habla con una melodía dulce.  Es una chica decente, de las que no ve en cueros ni su marido. Se casa con Juan un año después de conocerle y se instalan en la casa de la estación.  Después, vendrán muchos destinos diferentes, en una vida nada fácil para ella, y siete hijos que sobreviven. Tiene morriña de su pueblo y de que su marido la deja a menudo sola con los niños.

Los hijos de Juan y Agustina: 

Valentina es la mayor.  Nace el día de San Valentín.  Tiene la cara redonda como Agustina y los ojos azules como doña Margarita.  Coge el sarampión y se queda ciega.  Tiene un don especial para desbriznar las flores del azafrán.  Sus manos son delicadas y sus dedos finos.  También tiene un don para la música, canta bien y aprende a tocar la guitarra con un hombre mayor en una de las estaciones en las que vive.  Su padre la manda a la calle para que cante y toque.  Decide irse a Barcelona, allí toca su guitarra en una esquina de la plaza Real.  Conoce a un ciego que toca el violín.

Dolores es la segunda.  Nace un viernes de Dolores y de nalgas. Deciden llamarla Lola o Lolita, porque es un nombre más suave, cantarín y amable. Es una de las primeras en marcharse y, además, soltera, lo que en los años veinte es una temeridad o una imprudencia. Se va a Murcia y como no sabe escribir, no puede escribir a la familia para contarles nada de su vida.  Le gusta coser, es la única que tiene habilidad con las telas y los hilos. Disfruta pasando los dedos por las telas y captando los diferentes texturas. Ha heredado los genes de la abuela Margarita.

Enrique es el único varón. Hereda la afición de su padre de pelar la pava con alguna señorita de esas con las que los chicos de familia no se podían casar. Se casa con una viuda que tiene ya varios hijos y al poco tiempo enferma.

Miguela es la cuarta hija.  Su padre la casa con un viudo rico con tres hijos, que apesta y que tiene una granja con vacas.

Mercedes nace en 1899 en una corrala vecinal de Madrid y es llamada así porque la reina María de las Mercedes había muerto unos años antes y seguía en boca del pueblo gracias a las coplillas y los romances.  Aprende desde muy pequeña a no descarrilar. A ella y a Pilar les encanta disfrazarse. Es muy sobria y poco dada a las chanzas, muy discreta.  Sus ojos son grises, claros, brillantes, intensos. No se inmuta cuando recibe malas noticias.  No cuenta muchas cosas de su pasado, es parca en palabras acerca de su familia.

Trabaja en la fábrica de telas de Pina, con sus hermanas.  Con los años, descubre que su amable jefe no ha cotizado por ella. Su nariz es pequeña y ancha, chata, se la aprieta con los dedos para intentar afinarla un poco.  Es muy suya, si dice una vez que no, no hay que insistirle. No tiene nada de melindrosa y se sabe defender. Ya casada, trabaja de portera en una casa de zona fina y lava la ropa de cama y mesa de los propietarios, la mayoría médicos y militares.

Pilar, que también nace en Madrid. Es muy avispada, la que más ha salido a su padre, tiene el carácter más despreocupado de todas las hermanas.  Desde pequeña, se mira mucho al espejo, ella y Lola son las única que muestran cierta coquetería.  Quiere aprender a leer y a escribir, también ver mundo. Sus ojos brillan siempre y hacen que los viandantes se vuelvan a mirarla.  Su rostro tiene rasgos angulosos y nariz ligeramente aguileña.  Es cariñosa, alegre.

Rebosa alegría y la contagia. Es la única de los hermanos que aprende a escribir. No disimula su afición a la fiesta y le gusta beberse una copita de anís cuando tiene ocasión. Mercedes y ella tienen un lunar junto a la boca.  Trabaja como barnizadora, se pone guantes para que su piel no se tiña, ni coja olor.

Cristina es la pequeña.  Le ponen el nombre de la reina regente y nace en un pequeño pueblo de Teruel.  Es la más religiosa, la más guapa y más alta y más seria de todas.

La familia de Mercedes:

Paco (Francisco Serrano Pellicena o Cucho) es su marido. Es chófer particular de una familia bien de Zaragoza, el dueño de una fábrica que tiene canteras de yesos. Es un hombre guapo, ni alto ni bajo, tiene un buen porte, frente ancha, cejas que parecen no fruncirse jamás, ojos oscuros que sonríen al mismo tiempo que su boca, y su voz. Viste de uniforme cuando trabaja, con gorra de plato.  Fuma bastante.  Hace buenas migas con Juan y a Agustina le parece un muchacho encantador y educado desde el primer momento. Tiene buenos modales, es cabal, serio y sensato. Sabe leer y firmar. Le gustan el fútbol y los toros, ha sido torero.

Su única hija tarda doce años en llegar y lo hace un año antes de que empezara la guerra civil.

Ana es su nieta.

Otros personajes son:

Leoncia es el ama de llaves de don Mateo y doña Margarita.  Lleva en el servicio de la casa más de cincuenta años.

Doña María Luisa es la madre de don Mateo.

Doctor Barrachina es el médico que atendió el parto de don Mateo.  Ya anciano, cojo y medio tuerto.

Don Nicanor es el padre de don Mateo.

Luciano es el cochero de don Mateo y está bastante sordo.

El padre Ezequiel es un cura de Almería.

Eulalia es la jefa en la casa de lenocinio o de mujeres públicas de Almería.

Aguedita trabaja en la casa de Eulalia.  Es una muchacha de unos veinte años con la boca pintada.  Su pelo oscuro cae hasta sus hombros en unos rizos brillantes.  No lleva corsé y un collar negro de cuentas ovaladas de madera da tres vueltas en torno a su cuello.

Don Pancracio es el cura en Amoeiro.

Doña Paula es la patrona de la pensión de Juan en Madrid.

Don Manuel es el dueño de la tienda de ultramarinos que hay en Amoeiro.

Ernesto es un pretendiente de Angelina.

Don Justo Martínez Buendía es el responsable de la compañía en la línea de la estación de Amoeiro.

Marinela es una prostituta del concejo de Amoeiro, viuda de un pescador cuyo barco ha naufragado en la Costa de la Muerte. No le faltan clientes.  Huele a humo y a azufre.

Jonas es un compañero de Juan y un correveidile.

Remedios es una moza a la que Agustina compra leche Su padre tiene un campo grande de azafrán, por el que pagan un dineral por un kilo, mucho más que por la leche y el jamón. Es casi tan caro como el oro, o más.

Pedro es el marido de Miguela, un viudo rico con el que su padre la había casado. Es un hombre gordo de pelo cano, que fuma puros y tiene muy mal carácter. Tiene una granja en Calatayud y sus ropas apestan. Es monárquico y carlista y no entiende cómo los españoles han aceptado a una mujer como reina.

Pepe conoce a Mercedes en la estación de Utrillas. Es un hombre del tren, delgado, pero de músculos fuertes. Llega como nuevo maquinista y es hijo de la Filomena. Siempre lleva a casa de Juan y Agustina algo de comida y es bienvenido. Se declara a Mercedes pero debe presentarte en la Comandancia Militar porque le mandan a África, a Marruecos. Cree que va a convertirse en uno de los adalides del triunfo nacional en el Rif.

Carmina es amiga de Mercedes y hermana de Paco. Entra a trabajar en la fábrica y le asignan un telar contiguo al de Mercedes, que la adopta como si fuese una madrina, la ayuda, le enseña.  Desde el primer momento congenian y durante la jornada hablan.  Tiene muchos hermanos varones y una hermana sorda y muda.  Es menuda y tiene la frente amplia y la piel muy fina.  Sus manos son ágiles y aprende pronto los secretos del oficio.

Rodolfo es un madrileño de buen porte que trabaja en el ferrocarril, de revisor.  Conoce a don Juan alternando por la noche y bebiendo vino de garrafa. Es un hombre discreto. Ha estado casado con una damita madrileña de buena familia que se ha muerto de tuberculosis. Para él, el tren es sinónimo de libertad.  Le permite huir de sus suegros y de su hermana, no quieren estar pegado a sus faldas. Le gusta Pilar, que es bastante más joven que él y con quien se entretiene mucho. Es un buen hombre, sin más, no es un hombre de acción, ni dado a la palabrería educado, galante, correcto. Se limita a vivir con minúsculas.

María y Fani son amigas de Mercedes, a la que prestan un mantón de Manila para que se haga unas fotografías.

Don Ignacio es un médico de Amoeiro, ordenado y que toma notas de todas las consultas que hace.  Cuando llega a la aldea a trabajar, se fija en Agustina como posible candidata a esposa, pero no se atreve a acercarse. Piensa a menudo en ella.

Pepita vive en la casa de la esquina de una calle de Torrero, la casa de la buhardilla, la única que tiene una en ese barrio.  Es viuda, no tiene buena fama, lleva siempre un collar de perlas, se maquilla y se tiñe el pelo.  Se gana la vida haciendo vestidos para todo tipo de muñecas.

Además de Paco, Pedro, Romualdo (el más alto y apuesto), Valentín, Gabriel y Mariano son hermanos de Carmina.

Ovidio es amigo de un hermano de Carmina.

Angelines es una amiga de la madre de la escritora, fallecida de tuberculosis.

En la casa de Joaquinita Arnal hay un gramófono que les trajo su tío, que vino de Argentina.

Mosén Ramiro es un cura al que menciona Cristina.

Carmelita es una niña muy pequeña para su edad, con la que juega Lola.  Está muy enferma y nadie quiere jugar con ella.  Su abuela está ciega y es muy anciana, suele contar historias y recita romances.  Tiene el rostro arrugado y ajado, se acuerda de todo, se ha casado dos veces y dos ha enviudado.

Don Anselmo es el chófer fijo, antes que Paco.

Enriqueta y Brunilda son dos hermanas modistas, que visita Ana de pequeña y que cosen para las damas de la alta sociedad.  Además de cuarto de coser, tiene un cuarto de baño con una bañera enorme.

Reyes es una niña del colegio que se traga un alfiler y la tienen que operar de apendicitis.

El tío Joaquín es, en realidad, el tío del padre de Ana.

Doña Asunción es la dueña de la pensión de Lola.

Eduardo es un primo de Carmina, alto y guapo, más alto y más guapo que todos los demás.

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La señora Cira una mujer de ochenta y dos años.  Su rostro está surcado por decenas de arrugas.  Todo el mundo de los alrededores cree que tiene poderes.  Lee el futuro y conoce todas las hierbas de la zona y de los montes que llegan hasta el viejo monasterio de Santo Estevo. Las mezcla para hacer ungüentos, cataplasmas e infusiones con los que cura los males.  Su madre lleva a Agustina a su casa por unas fiebres.

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Doña Azucena es la dueña de la pensión de Rodolfo.  No es de lágrima fácil.  Está viuda desde el año 22, y por su cama no ha vuelto a pasar varón alguno.

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El tío Luis es el tío Liborio y también el tío Morán.  Es un hombre fuerte y vigoroso.  Ese hombre de pelo cano y sonrisa ancha guarda una pistola de sus tiempos de anarquista.  Cuando acaba la guerra, va a Aragón para trabajar en la construcción de un pantano y luego se instala en un pueblo en el que no le conoce nadie.

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Don Ernesto es el encargado de los telares de la primera planta, donde trabajan Mercedes y Carmina.

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Doña Rosa es una de las vecinas de la casa de la plaza de los Sitios, que regala un ramito de violetas a Mercedes por su cumpleaños, el 22 de enero.

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El marido de doña Paquita, vecinos de la casa de la plaza de los Sitios, es militar y no apoya el golpe, acaba en el canal.

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Doña Julia es también vecina y pintora. Es una mujer delicada.  Vive sola porque todos los suyos se han muerto y no tiene hijos.  Es especial, una artista, es muy buena y ha sufrido.

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Para Facundo Flores está dedicada una fotografía de Pilar.

Los lugares

La trama se desarrolla en diversos escenarios:

Al comienzo en Almería, soleada y en parte desértica, donde vive la familia acomodada de Juan en un caserón, los Del Águila, que provenían de una familia de conversos de Ávila que habían ayudado a la repoblación del reconquistado al-Ándalus y los que se les había otorgado un título nobiliario.

Amoeiro, la aldea minúscula de la provincia de Orense, donde vive Agustina con sus padres, dos hermanas, dos hermanos y siete vacas.  Una parroquia con diez o doce caserones y con diez o doce hórreos en la plaza.  Un rincón del mundo donde no paraba de llover en invierno y donde en verano hace un calor endemoniado.

Además de ese paraje de bosques cubiertos de niebla, donde muchas mañanas la lluvia da los buenos días, en Galicia también: Compostela y su catedral con un perfume muy raro, Vigo, con su ría y sus caracolas, la Costa de la Muerte, La Coruña, la Ribeira Sacra y sus viejos monasterios.

Zaragoza es otro protagonista de la novela.  Se habla de su cementerio, tan ventilado, y el mausoleo de Costa; el café Ambos Mundos, café Moderno, la Plaza de Aragón (cuando todavía tenía puerta y verjas) y Capitanía; la plaza de los Sitios, su monumento y sus edificios con columnas y esculturas; las campanas de la Seo, la iglesia de San Gil y sus ladrillos mudéjares; la fábrica de telas de Pina; el canal, la zona de Cuéllar; el Tubo; la calle Libertad; la calle Alfonso; sus tres ríos; el barrio de Casablanca; la zona de la Magdalena; la estación y el casino; Rosales.

También las torres del Pilar; la plaza de España; el bulevar del paseo de la Independencia y la puerta del Ángel; la Gran Vía; la estación del ferrocarril de Utrillas; las torres que jalonan la ciudad; la puerta del Carmen y la del Duque (demolida); la plaza de San Miguel; teatrillos en el Coso; el Casino de Zaragoza y el Casino Mercantil, sede del Ateneo; el Mercado Central; la plaza de la Misericordia; la Academia General Militar; el barrio de Torrero, surgido al otro lado del canal, y los pinares de Venecia; la iglesia de San Antonio; la fábrica de López, con canteras de yesos en Torrero.

Y su viento gélido que cala los huesos y no deja avanzar, por muy cargada que lleves la bolsa de la compra. Su niebla, que parece que engulle la ciudad.

De Aragón: Alhama de Aragón (Zaragoza), pueblos de la provincia de Teruel: Albentosa, Caminreal, Monreal del Campo; la ruta del Central de Aragón, que iba de Sagunto a Calatayud; Calatayud y el castillo de Ayud; Tarazona, un pueblo cerca del Moncayo; Utrillas, una localidad del Bajo Aragón; Teruel; el valle del Ebro; el pantano de Yesa; .

Madrid: el castizo barrio de Chamberí y el edificio de la calle García de Paredes, el centro, el pasaje de San Ginés, el Retiro y sus ardillas, Carabanchel, la catedral y el cementerio de la Almudena, el palacio de Liria, las corridas de San Isidro; el palacio que hoy alberga el Museo Thyssen-Bornemisza.

San Sebastián: la playa de la Concha y la alameda, la amabilidad de su gente, el olor del mar y la brisa salada, el monte Igueldo. Cerca: Bayona y San Juan de Luz.

Santander y Santoña, aquella bahía cerrada, tras la que se veían montañas nevadas y no la línea recta del horizonte. Allí los pescadores hacían ruido con las albercas de madera con que caminaban al puerto.

París, con sus ríos, sus puentes y el cielo gris, la zona de Montparnasse, el Louvre, el Sena, Saint-Honoré; las Tullerías; la iglesia de Saint-Germain-des-Prés.

Además, se mencionan Rusia; Barcelona, el Raval, la plaza Real; Cuba, donde siempre hace calor, y La Habana, el norte, Oriente, Cádiz, Argentina y Buenos Aires, África tropical y África en general, Valencia, Morella (Castellón), Alcalá de Guadaira (Sevilla), América, sur de Portugal, Andalucía, Manila, Puerto Rico; Filipinas, Badajoz, los Pirineos, el sur de Francia, el macizo Central, Burdeos; Murcia, donde el sol quema más que em Zaragoza;  Serbia, Sarajevo, Austria, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Bélgica, El Escorial, Inglaterra, Lausana (Suiza), Limoges, Marruecos y el Rif, el océano Pacífico, Italia y Génova; pueblos de la provincia de Cuenca; Ávila; Sabadell; las minas de Asturias; Granada; Sevilla; Talavera de la Reina; Colmenar Viejo; Chile; Nápoles, el palacio real de Caserta, el palacio de Capodimonte, el Vesubio, el golfo de Sorrento y la isla de Capri; Guadalajara; la meseta; Múnich y la Pinacoteca Antigua; alguna playa del Mediterráneo;

Referencias 

Hechos históricos:

  • La guerra de la Independencia; la guerra civil; guerra de Cuba; el hundimiento del Imperio austro-húngaro, el otomano y media Europa; la revolución rusa; la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas; la Belle Époque; Primera Guerra Mundial; hundimiento del Titanic; el asesinato en Sarajevo de los archiduques del Imperio austro-húngaro; la invasión de Bélgica por parte de Alemania; la revolución del 68; los felices años veinte; la guerra del Rif; Semana Trágica de Barcelona; la guerra de Filipinas; la posguerra; Exposición Hispano-Francesa de 1908; el centenario de la invasión napoleónica; la expulsión de los judíos y la reconquista de Al-Ándalus; la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial; guerras carlistas; el Imperio español; aniversario de la república en abril del 36; la Segunda Guerra Mundial; la dictadura; Holocausto.

Personajes históricos:

  • La emperatriz Isabel, más conocida por el sobrenombre de Sissi; el emperador austro-húngaro; el joven rey Alfonso XIII y la reina regente; María Cristina; Alfonso XII y María de las Mercedes; Isabel II; el rey italiano Amadeo; la primera república; la restauración del borbonismo; Victoria Eugenia; la emperatriz Eugenia de Montijo; doña Francisca, duquesa de Alba; Lerroux; los Reyes Católicos; madame de Pompadour; Josefina Bonaparte; el pretendiente Carlos; padre Feijoo; Miguel Primo de Rivera; Napoleón; marquesa de Esquilache; Carlos III; Serrano Suñer; general Franco; Fermín Galán y Ángel García Hernández, los capitanes que encabezaron una sublevación en Jaca en el 30; Victoria Kent; Mussolini; la División Azul; Hitler; Ana de Cleves y Enrique VIII de Inglaterra.

Entidades, organismos o instituciones:

  • Monte de Piedad; la Sección Femenina; la Comandancia Militar de Zaragoza; Partido Radical; CNT; el Inserso; la Guardia Civil.

Libros y literatura:

  • Libros de marxismo y de anarquismo; Tolstói y Anna Karénina; las novelas de Galdós, como «La desheredada»; «La Lola se va a los puertos» de Antonio y Manuel Machado; Joaquín Costa, el León de Graus y su «Oligarquía y caciquismo»; Víctor Hugo y «Los miserables»; los versos de Rubén Darío; Caperucita Roja y el lobo feroz; «Jane Eyre» y el señor Rochester; Federico García Lorca; Rafael Martínez Nadal; Mercelle Auclair y Jean Prévost; poeta Rilke; el alemán Thomas Mann; «Alicia en el país de las maravillas».

Religiosas:

  • Jesuítas; Santísima Trinidad; catecismos; la Virgen María; el apóstol Santiago; los Reyes Magos; el niño Jesús; la Epifanía; Satanás; Purísima Concepción; Dios; Virgen del Pilar; Jesucristo; San Sebastián; San Antonio.

Arte: 

  • Toulouse-Lautrec; Van Dyck; «La balsa de la Medusa» de Géricault.

Modelos:

  • Sombreros panameños; recamados de Lagartera; mantón de Manila.

Leyendas:

  • Santa Compaña.

Enfermedades:

  • Sífilis; tuberculosis; apendicitis.

Dioses y mitología:

  • Venus; Prometeo; Dionisos.

Música:

  • Violetta Valéry y Annina; Ópera de Verdi; un cuplé en la voz de Raquel Meller; Raphael; «La violetera» y «El relicario»; la Bella Chelito; «El adiós a la vida», o sea, «E lucevan le stelle» de la ópera «Tosca» de Puccini; Miguel Fleta.

Marcas:

  • Polvera de la marca francesa Coty; Lancia.

Celebraciones:

  • Nochebuena; Pascua; Sábado Santo; Domingo de Resurrección; Todos los Santos; San Isidro; San Antonio; fiestas en el pueblo y la comida popular.

Medios de transporte:

  • Ferrocarril; tranvía; trolebús; autobuses, landó.

Monedas:

  • Monedas con la efigie del rey Amadeo, sobre todo muchos duros de plata que han sido el tesoro de muchas familias españolas durante décadas; perra gorda.

Juegos:

  • Póker.

Actos sociales:

  • La boda de Carmen Sevilla y Augusto Algueró en Zaragoza.

Baile:

  • Encarnación López Júlvez, La Argentinita.

Vedetes:

  • Laura Miller.

Hórreos:

  • El hórreo gallego, a diferencia del asturiano, es de forma rectangular, con dos crucecitas en los extremos.  Irremediablemente, recuerda a un féretro.

Toreros:

  • Bombita; Ignacio Sánchez Mejías, un torero intelectual, un hombre leído; Mazzantini; Jarana; Reverte; Lesaca; José Gómez Gallito, El Gallo, Joselito o Joselito el Gallo;

Crucero:

  • Reina Regente.

Diplomático:

  • Carlos Morla, agregado de la embajada de Chile.

Premios:

  • Premio Nobel.

Medios de comunicación:

  • Luis del Olmo; Mariano Medina.

En resumen… «Postales coloreadas»

El título es una muestra de los objetos que encierra el armario de la abuela, las raíces de la familia, el baúl encargado de proteger el origen de los personajes.

«En cambio, hallé viejas postales cuya destinataria era mi abuela, postales coloreadas de fabricación francesa y española» (página 118) 

La novela es todo un acto de generosidad de la escritora, que nos abre de par en par las puertas de su historia, de su familia, de sus vivencias, de sus virtudes y de sus defectos, de sus recuerdos y de sus problemas, de sus alegrías y de sus actos cotidianos.

Pero no solamente de sus antepasados, también de ella misma.  En muy pequeñas pinceladas, conocemos muchas cosas sobre ella.  Por supuesto, no quiero desvelaros todo, porque me gustaría que leyeseis el libro.  Sí voy a contaros algunos detalles para despertar vuestra curiosidad.  Por ejemplo, nos confiesa que, en una ocasión, pensó que uno de sus personajes había salido de la novela para vengarse de ella por lo que le sucedía en las páginas del texto.

También comparte con nosotros una desagradable experiencia que vivió en el cementerio de Zaragoza, por una maldita casualidad.  Todavía ahora le emociona y le enfada, por eso al recordarla ha tenido que dejar de escribir y levantarse a abrir la venta, porque empieza a faltarle el aire.  Lo cierto que es tiene razones para que se la haga un nudo en la garganta.

A lo largo de la historia, nos enteramos de que nunca ha sido capaz de escribir bien con pluma, ni siquiera estilográfica, no consigue que el trazo quede uniforme.  O que a ella le gusta corregir la historia con la literatura, corrigiendo con palabras los recuerdos de los muertos.  O que no le dejaron jugar con la mayoría de sus muñecas para que no se estropearan.  Las muñecas han dejado huella en su familia.

Nos descubre que Raphael ha sido uno de sus cantantes favoritos, sus letras le hacían llorar, no por sus letras, sino por cómo las decía. De pequeña le gustaba ir a la casa de las modistas, contemplar sus manos sabias convirtiendo metros informes de tela en vestidos, faldas o chaquetas.  Nos relata su visita al pueblo de Agustina y cómo sintió esa extraña sensación de estar regresando a donde nunca se ha estado.

Explica que se liaba con los tres nombres de su tío y que ella también tiene tres nombres, aunque todo el mundo le llama por uno de ellos.  Y el motivo por el que los canes siempre le han dado miedo.  En eso la comprendo perfectamente porque esos incidentes quedan guardados en el inconsciente y te provocan ese temor, difícil de controlar.

Me ha encantado cómo describe que, a veces, se dan sorprendentes casualidades en esta experiencia extraña e irrepetible que llamamos vida.  También cómo en alguna ocasiones sentimos esa sensación de estar regresando a donde nunca se ha estado. O Como somos conscientes, por primera vez, de que las personas crecemos.

Conforme avanzamos en el libro y el tiempo pasa, se hace patente que las costumbres y formas de vida van cambiando en la sociedad.  No hace tanto que no había teléfono en las casas, que no habían llegado los porteros automáticos y que el sereno te evitaba llamar al timbre.

O se lavaba en el río, se utilizaba un recipiente de aluminio para liberar las aguas menores y mayores, o se llevaban cestas de comida a otros hogares, o las mujeres se clasificaban según su forma de pintarse los labios.

Además, nos encontramos con muchas referencias de la época, incluyendo cantantes, toreros…

Por otro lado, para mí también Pilar es la tía preferida.  Una mujer alegre, abierta, avanzada para su tiempo, con inquietudes, sin miedos, capaz de empezar de nuevo. Controla su vida y aprende a leer y a escribir, pese a la oposición de su padre.

Y he sufrido con Agustina, una mujer analfabeta, resignada, plegada a los convencionalismos, callada ante la actitud egoísta de su marido.

«Casi nada ni nadie habían sido especiales para Agustina. Nunca le había pedido nada a la vida. Se limitaba a seguir el curso de los días.  La vida era eso, ni más ni menos.  Agustina ni miraba hacia delante ni hacia atrás» (página 154) 

Me resulta muy evocador y casi mágico el protagonismo que adquieren los objetos en esta novela.  Son los intermediarios que nos traen de su mano a los personajes.  Son sugerentes indicios para adentrarnos en el carácter de cada uno, en sus reacciones, en lo que les importa de verdad.

Sin duda, esas postales coloreadas, esos bastones, esos gemelos convertidos en pendientes, esas barras de carmín, esas muñecas, esas fotografías dedicadas, un agujón, un mango de cuchillo… Son retazos de un pasado que ha construido el presente de Ana Alcolea.  Por eso, es una novela muy personal, en la que reconstruye a sus antepasados, con toques de imaginación.  Ha ordenado, en más de trescientas hojas, muchos años de recuerdos.

***

Luego, está el gramófono, el primero no solo de la familia, sino de todo el barrio.  Ese maravilloso aparato al que se da cuerda con la manivela, en el que el disco da vueltas y el sonido sale por un tubo en forma de caracola marina.  Con él, se oye la música como si estuviera la orquesta ahí dentro.  Se hace famoso en el vecindario, para bien y para menos bien.

En aquella casa de la calle Libertad (¡qué ganas de disfrutar de nuevo de ese céntrico lugar de tapeo y encuentro!) dio mucho de sí.  Muchas tardes reunía a las hermanas con sus novios y con sus amigas.  Me ha recordado un viejo tocadiscos que teníamos en el pueblo, en casa de mi abuela, en el que poníamos vinilos y ensayábamos miles de bailes a distintas revoluciones, teniendo cuidado con la aguja para que no se rayasen.

Ciertamente, me han resultado muy interesante como la autora va y viene en el pasado, mezclando distintos momentos y etapas, incluyendo también su presente en algunas anécdotas, de las que he hablado más arriba.  Así, vamos reconstruyendo la vida de los personajes.

«Sí, este libro tiene tiempo. El que hace falta para sacar historias con las que viví, con las que soñé haber vivido. Con las que me gustaría vivir todavía pero que ya se marcharon al hogar en el que no existe ya el tiempo, que se queda con los vivos y con las palabras» (Ana Alcolea) 

Ana Alcolea me aconsejó que leyese este libro suyo y acertó.  Disfruto muchísimo con las sagas familiares, creo que ya os lo había dicho, y esta no me ha defraudado.  Por si eso fuera poco, mi ciudad tiene un papel muy relevante.  Y pasear por todos esos espacios tan conocidos, tantas veces pateados aunque diferentes, ha sido un verdadero placer.

«Ese libro que una escribe para que las palabras que un día oyó, no desaparezcan con los olvidos.
Para que permanezcan vivas en la memoria las personas que ya se fueron. Algunas personas que fueron parte importante de mi vida. Esas sin las que yo no existiría. Personas a las que no conocí, porque el tiempo no nos deja conocer a todos aquellos de los que somos parte» (Ana Alcolea)

En conclusión, os recomiendo este libro porque os va a gustar y os va a entretener, estoy segura.

Para ir terminando, os confieso que voy a dejarle a mi madre este libro, porque ha acabado el anterior y me ha pedido otro.  Creo que le va a gustar mucho ir sacando recuerdos del armario de la abuela Mercedes.

Y, mientras tanto, os invito a leer «Postales coloreadas». Después, como siempre, ya sabéis, cuando la hayáis leído ¡dejad vuestros comentarios!

¡Gracias Ana por rescatar con tus palabras esta historia de la nada!

Mis fragmentos preferidos 

«Juan siempre pensó que no había que volver la vista atrás, que los caminos nunca eran de vuelta, que siempre se iba hacia adelante, como en la vida en general, y que, por mucho que se deseara, nada regresaba» (página 36)

«-Eran otros tiempos- dijo mi bisabuela, que es lo que han dicho en momentos parecidos todas las bisabuelas, abuelas y madres» (página 125)

«Dicen que la literatura corrige la historia.  A mí me gusta hacerlo.  Ya que no puedo cambiar los desaguisados de la historia con mayúsculas, al menos puedo corregir con las palabras los recuerdos de los muertos, que, al fin y al cabo, ya no son ni siquiera palabras» (página 145)

«Eso tú no lo sabes.  Una cosa es lo que se aparenta y otra muy distinta lo que se es» (página 176)

«Cuando mi madre o mi abuela decían de alguien que «había sufrido mucho», eso quería decir que había entrado en el olimpo de las personas a las que había que respetar por encima de cualquier cosa, como si el sufrimiento nos hiciera buenos por sí solo.  Ellas pensaban que había personas buenas y malas, y que el sufrimiento era lo único que podía redimir a quien era malo» (página 278)

«Uno puede tener el alma agujereada y sangrante, pero el rostro no.  Los humanos somos capaces de eso y de mucho más.  Por dentro, ríos de sangre; por fuera, una sonrisa o, cuando menos, serenidad» (página 280)

Los fragmentos que me hicieron reflexionar

«Y así fue aprendiendo que no servía de nada echar de menos y sentir nostalgia, que las cosas eran como eran y cuando eran, sin más» (página 41)

«Las cosas son así: o se pregunta cuando hay que preguntar y, con un poco de suerte, alguien se va de la lengua, o uno se aguanta sin saber los secretos de la familia, que son parte de la materia de la que estamos hechos» (página 84)

«A veces nos topamos con nuestros muertos cuando menos nos lo esperamos.  La vida es así de sorprendente: a veces te devuelve lo que nunca has tenido» (página 184)

Palabras aprendidas

  • Halda: Arpillera grande con que se envuelven y empacan algunos géneros, como el algodón y la paja. Regazo o enfaldo de la saya. Parte del cuerpo donde se forma el enfaldo de la saya. Falda.
  • Alfanje: Especie de sable, corto y corvo, con filo solamente por un lado, y por los dos en la punta.  Pez espada.

 

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