La hija del sepulturero Reseña Mis Palabras con Letras

Reseña «La hija del sepulturero»

Autora: Joyce Carol Oates

Páginas: 680

Curiosidades

En esta ocasión, mi reseña de la novela «La hija del sepulturero»  va a ser más breve y sencilla.  Sí, lo sé, os dije lo mismo en la reseña de «Pachinko» y luego salió un poco extensa.  Pero esta vez es cierto, os lo aseguro. Fue también otra recomendación inesperada de mi compañero de trabajo.  Es también una obra larga, centrada -como puede entenderse claramente por el título- en la vida de la hija de un sepulturero.

Como os he anticipado, no tomé notas durante la lectura, no apunté datos ni referencias como suelo hacer habitualmente, de modo que no vais a encontrar apartados frecuentes en mi página, pero creo que merece la pena que os cuente mi impresión sobre la novela.  Lo dicho, va a ser más reducida, sin listado de personajes, ni de lugares, ni de referencias.  De todas formas, espero que os resulte útil y que sepáis comprenderme.  A veces, es necesario leer sin más, dedicarse únicamente al placer de la lectura.  En épocas de darle mucho a la cabeza, es un buen bálsamo para que descanse un poco de ese ritmo frenético.

Bueno, vamos allá que me pongo filosófica.

Por lo visto, la novela recoge la historia real de la abuela de la autora, Joyce Carol Oates, que ha dicho:

«Tras la muerte de mis padres tenía la necesidad de hablar de ello»

Por lo tanto, el libro es muy personal.  Versa sobre la vida de alguien real, sobre una persona muy cercana a la escritora.

“Mi abuela vivió episodios muy similares a los de Rebecca y su padre. De hecho, mi bisabuelo era sepulturero»

De todas formas, ella ha transformado la historia, le ha dado los matices que ha considerado, de forma que no es todo literal.

“En la novela hay muchos juegos de naipes.  Debes jugar con las cartas que te dan; tienes solo un número limitado de cartas con las cuales debes arreglártelas cuidadosamente, y la gente que decide hacer el papel de la víctima, creo que quizás está cometiendo un error”.

¿Habéis leído algo de esta autora? Joyce Carol Oates nació en Lockport, Nueva York, en 1938. Se licenció en Lengua y Literatura Inglesa por la Universidad de Syracuse, consiguiendo más tarde un doctorado en la Universidad de Rice, y obtuvo un master en la de Wisconsin-Madison.

Oates publicó su primera novela en 1964, y fue profesora en la Universidad de Detroit. Se fue a Canadá, donde también fue profesora, en la Universidad de Windsor, en Ontario.  Y allí fundó, junto a su marido -también profesor universitario- una editorial. En 1978, regresó a Estados Unidos, ejerciendo como profesora de Escritura Creativa en la Universidad de Princeton. En 1970, obtuvo el Nacional Book Award, y es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras.

Autora de más de 50 novelas, más de 400 relatos breves, más de una docena de libros de no ficción, ocho de poesía y otras tantas obras de teatro en cuatro décadas, es una de las grandes figuras de la literatura contemporánea estadounidense.

Ha sido galardonada con numerosos premios, como el National Book Award, el PEN/Malamud Award, el Prix Fémina Étranger y, en España, con el Premio BBK Ja! Bilbao por el «modernísimo humor negro de su obra». En 2011 recibió la National Humanities Medal, el más alto galardón civil del Gobierno estadounidense en el campo de las humanidades, y en 2012, el Premio Stone de la Oregon State University por su carrera literaria.

Su nombre ha sido propuesto en varias ocasiones para el Nobel de literatura y también llegó a ser finalista del Pulitzer en 1992 por su obra «Agua Negra».

Su extensa obra comprende novela, relato, teatro, poesía, ensayo y crítica literaria.  Y su personal inmersión en el género negro pretende expandirlo y abrirlo a lo contemporáneo, abarcando la exposición y mirada del violento y la víctima, idea de culpa y redención, venganza, olvido y perdón.  Porque esos mecanismos transforman diariamente nuestra sociedad y nuestras vidas.

«Exploro los delitos contra mujeres y niñas, que son particularmente vulnerables, y mi atención se centra en que obtengan justicia o, al menos, si no la tienen, tengan la fuerza suficiente para seguir adelante con sus vidas. No es para nada ‘buenismo’ ni finales felices, sino la vida abriéndose paso, gente levantándose y echándose a andar como se pueda, con lo que se tenga. Mi escritura en ese sentido es sólidamente optimista”

Su primer contacto con la literatura tuvo lugar cuando tenía 8 años y su abuela le regaló los libros de Alicia de Lewis Carroll.  Para ella se convirtieron en una puerta a un mundo de pesadillas.  A través de sus páginas descubrió otro mundo.  Y así se dio cuenta de que le gusta leer porque es como soñar, porque la literatura te transporta a mundos diferentes.

Insiste en que su literatura se centra en las personas y en la adaptación del individuo, ya que le fascina la enorme diversidad que existe entre los seres humanos.  Le interesa especialmente cómo las personas se adaptan, también la conducta heroica, algunas personas hacen cosas realmente increíbles. Y, a pesar de que explora y crea entornos y situaciones oscuras y duras, se empeña en ver esa mencionada adaptación con optimismo.  En sus páginas, siempre hay una esperanza, pese a todo.

No obstante, en su prolífica obra se pueden encontrar temas recurrentes: el miedo, la violencia, las clases sociales, los choques culturales, la afirmación personal, el aislamiento, la incapacidad para superar los celos, la irracionalidad del ser humano o la preocupación constante por el feminismo o la sexualidad.  Pero también se ha acercado a personajes populares, como «Blonde», sobre Marilyn Monroe; o a espectáculos populares, como el ensayo «On boxing», dedicado al boxeo; o su cuento dedicado a Bob Dylan, del que es una ferviente admiradora.

«La vida y la violencia no se pueden separar en literatura»

Para ella, la literatura empieza con un estado de misterio, con diversas preguntas: ¿por qué eso sucedió de ese modo? ¿Quién es esa persona?  Cuando conoces a alguien y te impresiona, quieres saber más, incluso comprenderle.

“La literatura debe exponer el mal”

La escritora es conocida por su mirada social tolerante hacia las disidencias sexuales y las minorías raciales.

“La literatura transforma y puede rescatarte de experiencias devastadoras”

Sinopsis

En 1936, los Schwart, una familia de inmigrantes desesperada por escapar de la Alemania nazi, se instala en una pequeña ciudad de Estados Unidos. El padre, un profesor de instituto, es rebajado al único trabajo al que tiene acceso: sepulturero y vigilante de cementerio. Los prejuicios locales y la debilidad emocional de los Schwart suscitan una terrible tragedia familiar.

Rebecca, la hija del sepulturero, comienza entonces su sorprendente peregrinación por la «América profunda», una odisea de riesgo erótico e intrépida imaginación que la obligará a reinventarse a sí misma.

Joyce Carol Oates ha creado una pieza magistral de realismo mítico y doméstico, excepcionalmente emotiva y provocadora: un testimonio íntimo de la resistencia del individuo. En esta novela prodigiosa la violencia actúa como un faro iluminando una cultura y una época.

Mi opinión 

Estructura

El libro está dividido en varias partes:

Prólogo

I. En el valle del Chataqua
  • Chautauqua Falls, Nueva York (4 capítulos)
  • Milburn, Nueva York (45 capítulos)
II. En el mundo (29 capítulos)
III. Más allá  (2 capítulos)

Epílogo (1998-1999)

La novela está dedicada a su abuela, Blamche Morgensten

La historia

«La hija del sepulturero»  es la historia de la vida de Rebecca, marcada por la violencia y por una búsqueda constante. Ella es la hija de unos judíos alemanes que tuvieron que huir a Nueva York en 1936. El padre, un profesor de instituto en su lugar de origen, en Estados Unidos solamente puede acceder a un trabajo que nadie quiere: sepulturero y vigilante de cementerio.  Esto le convierte en un hombre bastante perturbado, un hombre lleno de odio que no acaba de asimilar su situación y que se encuentra en nuevo país, en el que se considera un extraño, sin derechos, ni reconocimiento.

Su mujer y sus hijos tienen que soportar sus violentas reacciones y sus ataques constantes de mal humor, mientras viven en una casa que no reúne las condiciones adecuadas.

Posteriormente, los lectores seguimos a la protagonista a una nueva etapa, a una convivencia infeliz por culpa de la violencia y marcada por la inestabilidad y las mentiras.  Pero también la acompañamos en su maternidad.

Por último (y con una nueva identidad), asistimos a su vida junto a un hombre bueno, que también quiere a su hijo.

Sin embargo, esto no es todo, porque también hay en la historia un asesino múltiple, una huida y la música.

En resumen… «La hija del sepulturero»

Con esta novela, he salido de mi zona de confort en cuanto a lecturas se refiere.  Y eso se debe a que ha sido una recomendación.  Habitualmente no elijo libros de autores extranjeros, porque no puedo leer en su idioma y eso me genera cierta inquietud.  Me encantaría poder leer en otras lenguas, admiro a quien puede hacerlo, pero lamentablemente no es posible.  Por eso, prefiero los autores que escriben en español.

Así, no dependes de traducciones -que seguro que son buenísimas, pero existe la duda aunque no quieras- y puedes disfrutar de la obra en su idioma original.  Sí, es una de mis asignaturas pendientes y supongo que ya complicada de sacar adelante.  Y sí, claro, lo sé, me pierdo muchas grandes novelas, pero es lo que hay.  De todas formas, tranquilos, no renuncio a nada y siempre me gusta recibir recomendaciones y sugerencias, como en este caso.

El caso es que, por el motivo expuesto o por la razón que sea, hasta ahora no había leído nada de esta autora.  Y eso que, como os he adelantado, es muy prolífica (¡más de 50 novelas!).  Es autora de novelas, relatos breves y obras de teatro, además de ensayista, crítica literaria y editora; y en su estilo personal combina ambientes góticos o aterradores con temas de carácter social que van de los abusos a las diferencias de clase. Sin duda, es una de las escritoras más importantes de la literatura norteamericana de los siglos XX y XXI.

Después de Lewis Carroll, su primera lectura, le han influido autores como Charlotte BrontëEmily Brontë, Fiodor DostoevskyWilliam FaulknerErnest Hemingway o Henry David Thoreau. Empezó a escribir a los catorce años, cuando su abuela le regaló una máquina de escribir. Fue la primera de su familia en completar los estudios secundarios y en ir a la universidad.

Además, como digo, es una autora comprometida. Por ejemplo, quiso abordar con detalle el importante número de asesinatos de mujeres y niñas que se producen. Por eso, en 1966 publicó «Where are You Going, Where Have You Been?»«¿Adónde vas y adónde has estado?»-. Un cuento corto clásico sobre una niña de quince años que se encuentra con un famoso asesino en serie.

A partir de ahí, la autora ha escrito en diferentes géneros, reinventándolos, desde el romántico hasta el terror, sin olvidar una buena parte de la historia norteamericana. Muchos de sus trabajos se centran en el choque entre la decadencia económica, la rabia y cómo esos hechos afectan a las vidas de las mujeres en particular. Varios de sus libros se han adaptado al cine y televisión. Como os he anticipado ya, desde los años ochenta se la considera una firme candidata al Premio Nobel de Literatura.

De ella se ha dicho que se mueve en el ‘thriller’ como pez en el agua y que moldea el género hasta dotarlo del brillo de la mejor narrativa.  Entre sus obras más destacadas están las novelas«Agua negra» (1992) y «What I Lived For» (1994), sus colecciones de cuentos «La rueda del amor y otras historias» (1970) y «Mágico, sombrío, impenetrable» (2014),  con las que fue finalista del Premio Pulitzer.

En sus entrevistas, reconoce que su vida ha sido mucho más fácil que la de sus padres, que trabajaron muchísimo y tuvieron una vida muy dura. Su madre fue abandonada a los nueve meses porque en su familia eran demasiados hermanos. Su padre era un obrero de la fábrica a quien le hubiera gustado ir a la universidad.  Nunca pudo convencer a sus padres para que descansaran un minuto y ella se ha criado en esa convicción. Nunca, en toda su vida, se ha tomado un día de vacaciones.

Pero voy a centrarme en «La hija del sepulturero», con un tema que le toca a la escritora muy de cerca, porque como he comentado en «Curiosidades» está basado en la historia de su abuela.  Empezando por el principio, es necesario explicar que los bisabuelos de Oates emigraron a los Estados Unidos alrededor de 1890 y cambiaron su nombre (de Morgenstern a Morningstar).

«Dejaron atrás por completo su pasado judío. Nunca nos enteramos de esto, y yo no sabía que mi abuela y sus padres eran judíos. De eso nunca se habló”

No os voy a engañar, la novela es dura, muy dura.  Tanto que, a veces, te deja noqueada, sin esperanza, con el corazón maltrecho.  Yo, en ocasiones, tuve que parar y respirar profundamente para asimilar situaciones muy despiadadas y dolorosas.

Todo empieza con una mujer de veintitrés años, una joven trabajadora que regresa a su casa por el camino de sirga del canal de barcazas del lago Erie y que es seguida (y puede decirse que acosada) a una distancia de como diez metros por un hombre tocado con un panamá.  Así conocemos a Rebecca Tignor, muy enamorada y muy infantil en su vanidad.  Y así la dejamos en esa primera parte, sin comprender muy bien lo que está pasando y tener una explicación clara de la situación.

La segunda parte se centra en su infancia, tras la llegada de su familia (la familia Schwart) a Estados Unidos en noviembre de 1936 huyendo de Hitler.  Todos llegan, ojerosos, desaliñados y sin peinar en autobús a Milburn, un pueblo en el norte del Estado de Nueva York.  Dan la sensación de llegar de la nada, con maletas repletas. maletines, bolsas de viaje.  El padre, Jacob Schwart, ha conseguido trabajo como encargado del cementerio.

Jacob y su familia -su esposa Anna, dos hijos varones y una hija, Rebecca-, se instalan en la casita de piedra, erosionada por los elementos, situada dentro del cementerio y junto a su puerta, llena de telarañas y con un fuerte olor.  Un lugar que, sin duda, viene a ahondar en sus dificultades. Los hermanos, Herschel y August ayudan a su padre en el cementerio porque son chicos.

Los padres, ante las continuas burlas y desprecio de los vecinos, se transforman en unas personas nuevas, peores.  Del padre, es imposible predecir el comportamiento, cambia todo el tiempo.  Nada más llegar a esa etapa, prohíbe a su familia hablar en alemán, porque durante aquellos años se odia a los alemanes en Estados Unidos.  Esa prohibición causa muchos problemas adicionales tanto a su mujer como a su hijo mayor, que no conoce bien el inglés y empieza a tartamudear.

«Como no era capaz de hablar ningún idioma de manera coherente, tampoco sabía leer en absoluto.  Los esfuerzos de su padre para enseñarle la aritmética más simple quedaron en nada.  Los materiales impresos provocaban su desdén y, más allá del desdén, sin no se le quitaban enseguida de delante de los ojos, furia» 

Todas estas circunstancias van haciendo muy difícil la convivencia.  Empeora cuando los parientes que están esperando, que van a instalarse con ellos en la casa del cementerio, no llegan.  Entonces la madre cae en un estado de desánimo y dejadez que afecta a todos.  Parece no cambiar nunca, su cara está vacía, preocupada y sus ojos perdidos.  Y esa niña, Rebecca, se enfrenta a conflictos y situaciones terribles que marcarán su futuro, su carácter y su porvenir.

«En momentos así Rebecca sentía el dolor del abandono y de los celos.  Casi detestaba a su madre por abandonarla a los demás.  ¡A su padre, a sus hermanos! Cuando era a su madre a quien ella quería» 

Esta etapa acaba con un hecho traumático y espeluznante que pone, aún más, su mundo al revés, un incidente cruel e imborrable que lo cambia todo a sus trece años y que supone el final de la familia como tal.  No puedo ni debo contar más.  A partir de ahí, iniciamos con la protagonista un nuevo camino, nada sencillo, en una edad de transformación interna.  Aunque ha sido una alumna brillante en el colegio, con premio incluido, a los dieciséis la expulsan del instituto.

Comienza a trabajar y se independiza.  En el hotel en el que está contratada conoce a Niles Tignor, un hombre alto y de complexión robusta con el pelo de color niquelado, un representante o agente de una fábrica de cerveza, con mujeres que lo adoraban repartidas por todo el Estado.  Y si vida comienza una nueva etapa.  El nunca le dice cuándo es posible que vuelva ni tampoco si va a volver.

«Aunque sabía que cuando Tignor se marchaba de Milburn se olvidaba de ella: sencillamente, Rebecca, dejaba de existir.  Pero ella no conseguía olvidarse de él» 

Y esa relación es…

Ahí dejo la trama.  Y prefiero no mencionar a otras personajes que salen a lo largo de esa trama. Por cierto, ahora que hablo de personajes, quiero contaros que Joyce Carol Oates cuando escribe no puede pensar en nadie, ni siquiera piensa en su agente o en su editor, porque la historia tiene que tener su propia integridad. Solamente piensa en los personajes y en lo que les ocurre.  Y no le preocupa en absoluto cómo se recibirán los temas sensibles en los que se centra.

Precisamente por ahí quiero seguir, ya que hay varios temas de los que os quiero hablar.  El primero es el odio.  El odio del padre de Rebecca, un hombre atormentado que genera diferentes y contrarias sensaciones en su hija y que se desquicia con facilidad.  Un hombre que se siente rechazado, fuera de lugar en el que le toca asentarse.

 «Como a perro quieren tratarme, ¡eh Jacob! Ése soy yo. Por extranjero, por no rico. Un día verán quién es perro y quién es hombre»

Un padre que la acusa de ser uno de ellos, sin que ella sepa lo que quiere decirle con esas palabras ¡es una niña!.  La castiga a menudo, sin que ella sepa bien cuáles son las causas y hasta llega a pensar que se lo tiene bien merecido.

Y otro tema que resalta en el libro es el maltrato, mostrado en varias de sus modalidades.  Una violencia que, creedme, llega a doler al lector, a dejarte casi sin respiración y con temor a las consecuencias que ha podido producir ese daño. Te conmociona, te obliga a dejar de leer, a respirar despacio, a parar para asimilar.  Además, hay varias formas de vejaciones y de ataques. Y lo peor es que la víctima se culpabiliza, llega a pensar que su actitud y comportamiento irresponsables son los que lo provocan.

«Era imposible que supiera lo que estaba haciendo, y sin embargo, una parte de ella, con la astucia de un animalito atrapado que se roe la pata para salvarse, lo había sabido»

Se nota que la escritora está convencida de que la violencia contra las mujeres y contra los niños es una constante, un hecho recurrente de la especie humana. En su opinión, no se trata de un drama de un lugar o de un tiempo histórico en concreto, sino que parece estar profundamente enraizado en la naturaleza del hombre.  Por eso gran parte de su obra ha tenido como objetivo reflejar y mostrar el efecto de esa violencia sobre las personas más indefensas.

También me gustaría resaltar las distintas huidas a las que se ve obligada Rebecca, resultado de esas formas de maltrato y de violencia que sufre.

«Durante la huida con su hijo nunca iba a volver la vista atrás.  Tal sería su estrategia durante semanas y después meses, durante años, con el paso del tiempo.  Lo llamaba seguir adelante.  Todos los días tenían su sorpresa y su recompensa: seguir adelante era suficiente». 

La astucia se convierte para ella en algo instintivo, sin ninguna relación inmediata o apreciable con la lógica disponible ni tampoco con el cálculo de probabilidades.  Se trata simplemente de «seguir adelante», el único mapa que les guía y les impulsa a seguir adelante.

Y ahí es donde aparece la búsqueda de identidad.

La protagonista se ve obligada a reinventarse constantemente a sí misma para escapar de las terribles vivencias que padece, para escapar de su  tormentoso pasado. Y ese proceso de búsqueda comienza cuando adopta la decisión de romper con su vieja y trágica herencia judía y europea, para intentar vivir en primera persona el sueño americano, para intentar llenar su vida de esperanza, para tener una vida más o menos normal. Es una persona que intenta adaptarse al medio, a sus nuevas circunstancias, porque quiere sobrevivir, porque quiere resistir y conseguir sus sencillas metas.

En la huida y en esa búsqueda de identidad, aparece también un cambio de nombre y de historia anterior, de pasado y de antecedentes.

Efectivamente, el libro tiene un poco de todo.  Además de lo comentado (inmigración, nazismo, violencia, maltrato, búsqueda de identidad) hay hombres buenos, sueños, maternidad, un asesino en serie, suicidios, muertes, reencuentros, engaños, nostalgia, depresión, sexo… Y música, también hay música.

En definitiva, me ha gustado mucho el libro, a pesar de resultar duro y cruel en varios capítulos, porque nos muestra la actitud valiente de Rebecca, desde su niñez marcada por sus progenitores, por un padre y una madre que consiguen escapar de los campos de exterminio nazi, aunque esta huida se traduzca posteriormente en la violencia y la locura por parte del padre y en la melancolía enfermiza y paralizante de la madre, que desgarran la convivencia familiar y llevan a sus hijos al aislamiento, a la no integración, a la inadaptación, que cada uno de ellos saca a relucir de manera diferente, pero que, sin duda, les condiciona al máximo.

También por esa actitud valiente en su juventud, a pesar de carecer de afecto y de medios, a pesar de que se enrede en una relación tóxica, llena de mentiras y violencia.  Y, por supuesto, en esa mujer, ya madre y más madura, que lucha por encontrar su camino, aunque sea cambiando de personalidad y destinos.

Eso sí, tuve que preguntarle a la persona que me había recomendado la lectura si, en algún momento, la protagonista iba a dejar de sufrir.

Sin ninguna duda, os recomiendo esta novela, por la forma en la que está escrita, porque te atrapa -aunque sufres bastante en algunas de las partes- y porque el final es peculiar, en su estilo y por lo que cuenta.  Eso sí, para ser sincera, tengo que decir, que a mí me pareció que es un libro que va de más a menos.  Incluso, aunque os sorprenda porque puede parecer paradójico, tengo que reconocer que, cuando su vida se sosiega un poco, se me hizo un pelín larga esa etapa, para mí no necesitaba tanta extensión esa parte.  Y me dejo con ganas de más un reencuentro que se produce.

En cualquier caso, por todo lo anterior, os invito a leer «La hija del sepulturero». Después, como siempre, cuando la hayáis leído ¡dejad vuestros comentarios!

Y quiero terminar con una frase de la autora:

“La soledad da origen a la literatura y otras veces puede ser un impedimento. A veces en nuestras vidas nos encontramos solos, y no siempre la soledad implica estar sola: podés estar sola dentro de una gran familia, o en un matrimonio, si no funciona. Pero para ser un buen artista, una buena escritora, tienes que pasar inevitablemente tiempo en soledad”

Ella escribe porque tiene muchas historias que contar y le interesan muchos temas americanos, hay un gran número de asuntos en ebullición: la división racial, el aborto, liberales frente a conservadores extremistas, ateístas y religiosos… Hay dramas en todos ellos. Si no tuviera historias que contar dejaría de escribirlas.

 

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