Lunes de otoño. Manuel Vilas

Lunes de otoño. Manuel Vilas

El lunes 14 de noviembre tuve la oportunidad de escuchar al escritor Manuel Vilas en una charla titulada: «Imaginar mi universo literario«, dentro de la programación de «Lunes de otoño 2022», un ciclo organizado por la Fundación Caja Rural de Aragón.

Lunes de otoño Manuel Vilas Mis Palabras con Letras

Lugar: Sede Central Caja Rural de Aragón, C/ Coso 80

Horario: 19:00 horas

Fecha: 14 de noviembre de 2022

Precio: Entrada gratuita (era imprescindible inscribirse previamente).

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Como me gusta repetir, siempre es muy interesante escuchar y aprender de los escritores, así como conocer curiosidades sobre su forma de trabajar y aspectos de su obra.  Por eso, una parte de mi página está dedicada a hacer entrevistas a autores.  También por ese motivo, me encanta asistir, cuando puedo, al ciclo «Lunes de otoño».  Gracias a esta iniciativa,  he tenido la oportunidad de asistir a distintas charlas y os he contado las de Carmen Posadas, Isabel San Sebastián,  María Zabay, Rosario Raro, María Reig, Ana Alcolea y Santiago Posteguillo.

En realidad, se trata de conversaciones entre el protagonista de cada fecha y dos escritores de novela histórica: José Luis Corral y Alejandro Corral.  El marco es incomparable, el Salón de Columnas de Caja Rural de Aragón, un precioso edificio modernista en el centro de Zaragoza (el autor nos confesó que había celebrado allí su paso de ecuador.  Como ya os he indicado otras veces, el formato es muy atractivo, porque van surgiendo las preguntas, intercambiando impresiones y opiniones. Y existe la posibilidad de adquirir las obras de los tres y de que te las firmen.

Después de los agradecimientos correspondientes, nos presentaron a Manuel Vilas, un escritor aragonés.

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Lunes de otoño Manuel Vilas Mis Palabras con Letras 2

Manuel Vilas es uno de los nuestros, aunque es un hombre de proyección universal, él está enraizado y bebe de nuestra tierra. Hace unos veinte años, fue uno de los fundadores de la Asociación aragonesa de escritores, formando parte de la Junta Directiva, en la que también estaba José Luis Corral.  Tiene ya una trayectoria literaria extraordinaria, es uno de los grandes, uno de los más relevantes dentro del panorama literario español.

Ha sido profesor de literatura en varios institutos.  También a dado clase de literatura en Iowa (Estados Unidos).  Y ahora se dedica a la literatura y a escribir artículos, a participar en medios de comunicación. Tiene varios premios: el Premio de las Letras Aragonesas 2016 y ha sido finalista del Premio Planeta. Él tiene una doble faceta como escritor.  Por un lado, escribe poesía, una poesía de lo cotidiano.  Convierte en lírica lo que parece que no lo es.

Hace un par de semanas salió una antología poética suya: «Una sola vida». Es académico y también ha manejado el género del ensayo. Y sus novelas han tenido un gran éxito. «Ordesa» fue su gran éxito, la que consiguió un gran impacto y reconocimiento como el gran narrador que es. .Ahora, un año después de su publicación (el mundo de las editoriales y de los libros es vertiginoso), acaba de salir «Los besos» en tapa blanda.

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El autor empezó comentando que estar con un padre y un hijo le parecía muy bonito, a él sus hijos no le han salido escritores. Él conoció a Alejandro hace un año y le hizo mucha ilusión.  Ha pasado el tiempo y para bien, ve en él muchas cosas de su padre.  Reconoció que cada vez es más sentimental y no le importa decirlo, por eso esa combinación padre-hijo le conmueve especialmente, le parece un homenaje a la vida y la literatura, que compartan esa vocación es bonito.

Además, piensa en José Luis Corral con envida, porque tiene a su hijo más rato para él, va a disfrutar de Alejandro más tiempo.  Su trabajo es el mismo y eso les obliga a compartir.  Y eso al padre le tiene que entusiasmar, porque somos tiempo.

Hay una obra de Manuel Vilas que es bastante desconocida y es el himno de Aragón, participó en su composición en la Semana Santa del 88 en Daroca, donde Ildefonso Manuel Gil tenía su refugio – era de Paniza pero se sentía darocense- e iba mucho al bar Capi, el sitio donde iba a tomar café, donde se sentía como en su casa.  Allí fueron Ildefonso, Rosendo Tello, Ángel Guinda, Antón García Abril y él a componer ese himno por encargo de las Cortes de Aragón.

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Pasaron un fin de semana extraordinario muy divertido.  Él era muy joven, tenía veinticinco años, no sabía nada.  Ver a esos escritores y poetas que estaban todo el día riéndose, le pareció una revelación. Ahora que ha pasado el tiempo, quedan Rosendo y él, los demás han fallecido. Componerlo tenía sus rigores técnicos, porque había que hacerlo en función de una música que ya estaba compuesta por García Abril. Tenía un esquema métrico bastante ajustado y exigente.

Cada uno de los cuatro fue proponiendo sus versos, pactando y poniéndose de acuerdo.  Si uno se fija mucho y si ha leído a los poetas, puede deducir qué verso pertenece a cada uno. Luego el himno fue muy protestado, aquello fue tremendo. tensionó mucho, había detractores. Pero el tiempo todo lo amaina, solamente queda la memoria. De ahí surgió la expresión de Guinda -que era un genio y con un concepto del humor muy aragonés-: «hermaño hímnico«.

Hay una cosa muy aragonesa, que es el humor y, a veces, el humor comprimido, un humor conceptista.

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«Ordesa» es su primer libro con una gran proyección, un libro muy intimista, en el que se desnuda, construido por sus propios sentimientos. No puede renunciar a la sombra de esa obra, le persigue. Él no ha vuelto a leerlo desde que se publicó, cerró ese libro a principios del 17 y se publicó en enero del 18. Empezó a escribirlo cuando murió su madre en mayo del 14. Aquello fue un vendaval de emociones, terribles y tremendas, además estaba pasando una mala temporada.

Esa muerte le hizo una serie de revelaciones, fue como si su memoria se expandiera, creciera dentro de él y vio claro quiénes habían sido sus padres, en una especie de milagro laico. Se dio cuenta de que tenía que escribir sobre la familia en la que él había sido hijo, porque sino iba directo al olvido. Como lo que le movía a escribir sobre ellos era un amor profundo, eso le daba legitimidad para emprender una empresa de carácter emocional, íntimo y personal.

Si hubiese sido un ajuste de cuentas, por haber alguna incomodidad o rencor, puede ser cuestionable desde el punto de vista moral (aunque algunos lo hacen).  Su punto de vista era el de una carta de amor, enviada tarde y con una maldición en medio, la de no saber decir a tiempo el amor que has tenido a tus padres. La gente que lee «Ordesa» y le viven los padres, tiene este mensaje terapéutico y corrector. A los que no les viven, entran en ese laberinto de no haberlo dicho antes.  Ese es el eje más trascendental de la novela.

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Cuando murió su padre en 2005, él hizo un traslado de la personalidad de su padre a su madre, que muere en el 14. Entonces, cuando fallece ella, descubre que se le han muerto dos, porque había albergado el espíritu del padre en la madre. Con la muerte de ella, se presenta otra vez la muerte del padre, que él creía cicatrizada y no lo estaba, porque mientras vivía su madre, su familia sobrevivía. Con tal de que te viva uno, sobrevive la memoria. Cuando muere el último testigo de la memoria, aparece el posible olvido.

La novela surge del deseo de recordar la España de los años sesenta y setenta, en la que él fue crío: los coches, los electrodomésticos, los programas de televisión… Y comienza a escribir la novela con unas obsesiones que le parecen episodios de una disfuncionalidad total. Lo que fue increíble es que esa disfuncionalidad coincidiera con la de un montón de familias españolas.

Por ejemplo, su padre estaba obsesionado con su automóvil. Era viajante y era su herramienta de trabajo. De modo que Vilas vivió una infancia presidida por una máquina, formaba parte de su familia.  Eran su padre, su madre, su hermano, el coche y él. Lo vivió así, integró el coche en la familia, era importantísimo y les daba de comer. Su madre lo personificaba y si lo hubiesen podido subir al piso, lo hubiesen hecho, le hubiesen puesto cama y plato.

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Su padre no iba a determinados sitios si no había sombra para el coche. Hasta el año 75 a su padre le fue bien laboralmente -después no tanto con la crisis del petróleo-, entonces les llevaba dos semanas a la playa, a Cambrils. El autor recordó que su padre encontró un hostal a diez minutos de la playa, no en primera línea. Iban a una playa donde había cuatro sauces frondosos y que daban origen a ocho sombras.

De vacaciones, su madre le despertaba a las siete de la mañana y era todavía de noche.  Él, que no era tonto del todo , le decía: «si cuando voy al colegio me despiertas a las ocho, estando de vacaciones qué sentido tiene levantarse a las siete». Y ella le decía: «es que tu padre tiene que dejar el coche en la sombra».  Las sombras eran ocupadas por la gente que tenía ahí sus negocios, madrugaban y dejaban sus coches en la sombra.

Su padre tenía que llegar antes y ocupar esos sitios. Claro, las ocho y media de la mañana estaban ya en la playa y no había nadie.  Luego iban familias a las diez y le daban envidia porque le parecían normales. Estos recuerdos sentimentales de una gran intensidad, que han presidido su infancia y que eran fruto de una gran originalidad, debía contarlos. Los contó en «Ordesa» pensando que eran una disfuncionalidad y, a la semana de publicarlo, muchos amigos le llamaban para decirle que sus padres eran así también.

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Después, se ha encontrado a miles y miles de personas de la edad de su padre, -sus hijos se lo cuentan- que si no dejaban el coche en la sombra, sufrían. Le han contado historias infinitas sobre automóviles. España en los años sesenta debía ser: treinta millones de personas dando vueltas por la Península Ibérica buscando una sombra.  Sin saberlo, había dado con una tecla: la clase media española había podido comprar algo, esa gente no había podido comprar nunca nada, por eso lo cuidaban muchísimo.

Él supo que su padre se moría a través del coche.  Un día fue al garaje y vio que el coche estaba lleno de polvo, había dicho su adiós la vida y ese adiós fue dejar que el polvo cubriese el coche. Su madre era de otra originalidad distinta. Tras la muerte de su madre, todos esos recuerdos se presentaban con una intensidad inmensa y se puso a contarlos.  Luego coincidieron con un noventa por ciento de la clase española.

De hecho, su padre construyó su biografía con los coches que tuvo, todos fueron SEAT, le fue leal y fiel a España a través de esa marca, nunca se apeó de ese sentimiento.  Y todos los coches de la vida de Manuel Vilas también construyen su biografía.

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También nos contó que cuando se divorció (y antes también, cuando estudiaba) se enfrentó a lo difícil que es tener limpia una cocina. Estás todo el día limpiando y siempre hay algo que está sucio. Le abrumaba aquella necesidad de limpiar constantemente la cocina. De ahí recordó a su madre, que siempre la tenía limpia. Entonces supo darse cuenta del milagro callado y silencioso que hacía su madre teniéndola impecable lo que la esclavizaba y condenaba

Recordó entonces que en su casa de Barbastro tenían un salón de treinta y cinco metros que no utilizaban, no se podía entrar. Aquel piso tenía dos dimensiones: la parte que utilizaban y la que no, esperando a las visitas, aunque no iba nadie.

Y también rememoró que cuando tenía doce o trece años, pasaba con sus amigos por la una única tienda de discos de Barbastro y se quedaban fascinados con las cubiertas. Estaban los últimos de los Rolling Stones, de David Bowie, de Bob Dylan, de Lou Reed… Eran cubiertas llenas de colores, de provocación, de modernidad y se preguntaban en que país sucedía todo eso, porque en su pueblo no pasaba. Esa energía y esa pasión por la vida que era el rock and roll no tenía nada que ver con sus vidas. Atisbaban ahí una vida que querían para ellos.

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Luego se dio cuenta de que no estaba hecho para cantar, ni para tocar la guitarra y se dedicó a la literatura, que estaba cerca del rock and roll y le permitía expresar lo que él quería, eran espacios muy cercanos, puertas comunicantes.

Tiene un recuerdo maravilloso de la noche del Planeta -fue finalista, por lo que puede optar a ser ganador- con Javier Cercas.  Fue una dosis de adrenalina, fue maravilloso.  La gira fue importante y coincidió con la pandemia, la promoción tuvo que ser telemática, aunque la parte fuerte ya la habían hecho, porque se ponen a la venta en noviembre, y continuaron hasta marzo.  Pero les faltó Latinoamérica, que se suspendió.  Y luego volvieron con mascarilla, retomaron cosas pendientes.

Reiteró que es un recuerdo fantástico y tuvo la suerte de coincidir con Javier Cercas. Ya se conocían, pero eso sirvió para hacerse muy amigos y lo pasaron divinamente. Es un premio que descansa en los lectores, tiene una relación poderosa con el mundo de los lectores. Muchos lectores, cuando llega el Planeta, lo compran, lo leen y lo devoran. Eso tiene que ver con su origen y el momento de la sociedad española, una sociedad que iba a cambiar, iba a aparecer una clase media que iba a necesitar leer unas novelas todos los años, tener una formación literaria. Supo satisfacer esa necesidad sociológica que iba a surgir.

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Lo ganó con «Alegría».  Se dio cuenta de que le quedaba una región por explorar y era la de su persona convertida en padre, la relación con sus hijos, así cerraba lo que había iniciado con «Ordesa».  El proyecto autobiográfico quedó cerrado ya, el escritor pasa por épocas.  Él no planifica, su literatura es hija de lo que va viviendo. Está en la literatura porque le fascina la vida. Tiene grandes y enormes preguntas a la vida, no sabe muy bien qué pasa con esa maravilla, no sabe lo que es este gran misterio.

Todos somos hijos de ese gran milagro que es vivir. Es muy vitalista y se dedica a pensar, a ver qué es, a explorar, a entender, a averiguar ese gran don que recibimos de nuestros padres y que es estar vivos.  Y, a veces, recibe el encargo de la vida para que escriba sobre algo, la vida le lanza una historia y la escribe.

Por ejemplo, en «Los besos» empezó a pensar una historia de amor romántico.  Él ha visto que para él lo más importante es el amor, es el gran tema de todo ser humano, hace que vivas en plenitud, que la vida tenga sentido, hace que quieras seguir vivo, que es el motor de la alegría, de la felicidad del entusiasmo.  Exploró el amor familiar y le faltaba explorarlo en las relaciones románticas.  Y la novela que está terminando sigue explorando el amor romántico, pero porque le obsesiona y no ha encontrado nada más importante.

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Se siente más cómodo como narrador, porque de poeta no se come. Ha metido poesía en sus novelas, pero no de una forma predeterminada. Todos necesitamos que haya encanto, belleza, verdad, misterio.  Y todos esos conceptos son muy amigos de la poesía y que estén en una novela es importante. Por ejemplo, «Cien años de soledad» descansa sobre un cimiento poético. El poeta chileno Nicanor Parra decía «todo es poesía menos la poesía».

La poesía está en muchos sitios -música, cine-  y es una necesidad de belleza, de verdad, de magia, de misterio.  Su estilo muy reconocible es hijo de la vida también. El escritor tiene una mirada, cuando va trasladando lo que ve al lenguaje, al principio tiene muchas dificultades, porque necesita cultivar su mirada a través de palabras, La escritura es una lucha con las palabras, es una lucha con los adjetivos, con los verbos, con las oraciones, no se dejan.  Tienes que estar pactando, negociando con las palabras.

Y al final tu estilo es hijo de una manera de mirar, cuando un estilo es natural es hijo de una forma de interrogar a la vida. Quien gobierna la nave es la vida.

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Remarcó que «Alegría» es una utopía, pero hay que buscarla.  Se abre la novela con unos versos de José Hierro. Habla mucho del dolor, pensado que ese dolor ha de transformarse en alegría. Combustiona fuerte el dolor, pero luego, cuando has conseguido curarlo, se convierte de una forma misteriosa en alegría.

Añadió que la novela «Los besos» no es autobiográfica, pero sus novelas están hechas del mismo barro, no son lo mismo, pero para su mente es lo mismo, no hay distancia. Es decir, «Los besos» sería tan autobiográfica como las otras, y las otras tan de ficción como aquella. Ahí hay un divorcio entre cómo lee un lector y cómo escribe un escritor. El escritor lo ve todo de la misma naturaleza. Hay un punto que tiene que ver con la experiencia de la vida, cuando te das cuenta de que las personas que han muerto parece que no han existido.

A partir de ese momento, tú tienes una dificultad para distinguir qué es ficción y qué es realidad. Es un tema que abrió Cervantes y es un tema de gran aliento, es que nuestro sentido de la vida es una gran convención pactada, pero ¿hasta qué punto esa realidad es verdadera? Ahí es donde están los escritores, manejando esos mimbres tan dificultosos. .

En relación a cuándo es su mejor momento para escribir, señaló que sus neuronas están mejor puestas por la mañana, después de desayunar.  Pero él se ha ido acostumbrado a escribir en todo momento. Escribe también por la noche, escribe en función de la necesidad de contar algo. Lleva su ordenador en todo momento y su última obra en el ordenador.

Por último, indicó que tiene tres escritores que le han dicho por dónde podía ir con su saber y su forma de entender las cosas: Cervantes, Kafka y Walt Whitman. El tercero es un chute de alegría total para él, un amor a la vida lleno de fraternidad.  Y eso también está en Bob Dylan, esa utopía de la vida.

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¡Un millón de gracias a Manuel Vilas por compartir con los asistentes tantos detalles  interesantes y por mostrar sus recuerdos!  Me encantaría poder hacerle una entrevista para incluirla en esta página. La invitación queda hecha aquí. Descubrí a un escritor muy diferente al que imaginé leyendo recientemente «Alegría».

«Porque la vida, en su significado más profundo, solo se cumple en su recuerdo»

Gracias también a los conductores del acto: José Luis Corral y Alejandro Corral, especialmente por plantear esas cuestiones que nos interesaban a todos.  Asimismo, gracias a Fundación Caja Rural de Aragón por esta magnífica iniciativa cultural y a la librería.

¡Ahora toca esperar hasta la próxima edición!

 

Lunes de otoño.  Santiago Posteguillo

Lunes de otoño. Santiago Posteguillo

El lunes 7 de noviembre asistí a una interesante charla del escritor Santiago Posteguillo titulada: «Julio César: Roma soy yo«, dentro de la programación de «Lunes de otoño 2022», un ciclo organizado por la Fundación Caja Rural de Aragón.

Lugar: Sede Central Caja Rural de Aragón, C/ Coso 80

Horario: 19:00 horas

Fecha: 7 de noviembre de 2022

Precio: Entrada gratuita (era imprescindible inscribirse previamente).

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Es muy interesante escuchar y aprender de los escritores, así como conocer curiosidades sobre su forma de trabajar y aspectos de su obra.  Por eso, una parte de mi página está dedicada a hacer entrevistas a autores.  También por ese motivo, me encanta asistir, cuando puedo, al ciclo «Lunes de otoño».  Gracias a esta iniciativa,  he tenido la oportunidad de asistir a distintas charlas y os he contado las de Carmen Posadas, Isabel San Sebastián, María Zabay, Rosario Raro, María Reig y Ana Alcolea.

En realidad, se trata de conversaciones entre el protagonista de cada fecha y dos escritores de novela histórica: José Luis Corral y Alejandro Corral.  El marco es incomparable, el Salón de Columnas.  Como ya os he indicado otras veces, el formato es muy atractivo, porque van surgiendo preguntas, intercambiando impresiones y opiniones. Y existe la posibilidad de adquirir las obras de los tres y de que te las firmen.

Después de los agradecimientos correspondientes, nos presentaron a Santiago Postegullo. 

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Es un autor ampliamente conocido por su literatura sobre el mundo antiguo de Roma. De este género, es el escritor que más vende en el mundo, incluso en Italia su obra ha tenido gran reconocimiento. Es profesor de Literatura inglesa y norteamericana. en la Universidad de Castellón. Es académico, pero un día se le ocurrió escribir sobre Roma.  Empezó con Escipión, después continuó con Trajano, ganó el Premio Planeta con Julia y, ahora, con Julio César.

A él, lo que le gusta en Zaragoza es decir que se considera amigo de José Luis Corral, eso es lo más importante para él cuando viene a nuestra ciudad.

Es también autor de varias colecciones de relatos, en los que utiliza la literatura como recurso, como «La noche en que Frankenstein leyó el Quijote», historias fantásticas en torno a los escritores y a los libros, o «Sangre en los libros».  Por lo tanto se maneja bien en la gran novela, de alto contenido histórico, y en el relato breve.

Sin duda, es el gran referente de novela histórica en España. (Y eso se notaba en la sala, que estaba prácticamente llena, a diferencia de las sesiones anteriores.  Además, había público masculino, menos habitual normalmente en estas citas).

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Respecto a cómo fue ganar el Premio Planeta, recordó que a las tres de la mañana, después de hacer muchas entrevistas y atender a muchos medios, estaba tomando cubatas con Luz Gabás en el hall del hotel en un momento de relax muy bonito, pensando en que ella también lo tenía que ganar, por eso le ha hecho muy feliz que lo haya conseguido. Mencionó también otra velada con José Luis Corral, pero no quisieron ahondar más en el tema, aunque quedó el compromiso de contárnoslo en privado.

Sí que nos contó como una vez estaban Luz Gabás, María Dueñas Juan Eslava y él invitados a una mesa redonda de otra Fundación de otra entidad sobre novela histórica.  Luz, María y él sonrieron porque habían invitado a tres doctores en Filología Inglesa a esa mesa redonda.  Entonces Juan Eslava se echó a reír y al preguntarle, resultó que él también lo era.  Curioso que, hablando sobre novela histórica, coincidiesen cuatro doctores en esa materia.

(¡Ah! A Alejandro Corral le contó que para ganar el Premio Planeta hay que presentarse y le aconsejó que continuase escribiendo como lo hace para poder ganarlo)

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Él piensa que a la novela histórica se puede llegar llegar desde el núcleo del sintagma, desde la novela, o desde el adjetivo «histórica». Se puede llegar desde la parte histórica y empezar novelar, hay grandes historiadores -de los que él ha aprendido- que están haciendo novela histórica. Y luego también hay gente que, desde la parte más filológica, más novelística, ha decidido hacer este género.

Ahora bien, ¿por qué de romanos? Él había intentado publicar varias veces, con distintos géneros, con diferentes tipos de novela, Y no lo había conseguido nunca.  Dándoles vueltas, al final, decidió aunar a su pasión por narrar, por contar historias, por ser escritor y conectar con el público; con otra pasión que es la historia y, dentro de la historia, por el mundo clásico, por el que siempre ha sentido curiosidad.

El catedrático de la Universidad de Alicante, don Enrique Alcaraz, que contribuyó mucho en su formación, le dijo:

«Santiago si no sabes algo de un tema, escribe un libro, porque como no querrás hacer el tonto, te documentarás y acabarás sabiendo mucho del tema».
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Aunque ya sabía cosas de Roma, cuando vas escribiendo, es cuando vas empapándote y la novela «El hijo del cónsul» es la  que conectó con el público.  Y ya que había conectado para qué va a cambiarlo.  Ahí se quedó y ya lleva unos años.

Y volvimos a esas primeras novelas que no se publicaron y no se van a publicar. La primera era una novela negra, la envió a varias editoriales (entre otras a Planeta, siempre le gusta decírselo).  No llegó a ningún lado, pero le pasó algo muy bonito.  Era una novela sobre un atentado al rey actual, cuando era príncipe estudiando en la Universidad, contado desde el punto de vista del guardaespaldas y venía desde la extrema derecha (la pensó hace treinta o cuarenta años, luego las cosas van cambiando).

Se la leyó su padre, el único lector, que tenía un don especial para calibrar a las personas.  Una vez en el aeropuerto, volviendo de un congreso, su padre le dio la mano a una persona y le dijo en privado: «de ese no te fíes nunca» y ¡cuánta razón, cuánta razón tenía! Y a su padre le gustó el libro. Él tenía parte de razón y le ayudó mucho luego para irse a estudiar a Estados Unidos, le apoyó mucho.  Siempre ha sido muy apoyado por sus padres.

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Después de esa novela, escribió una erótica, porque tenía que sublimar -como dicen los psicólogos por algún lado- y la envió sin éxito a La sonrisa vertical, esa colección sobre ese género de los años ochenta.  La del asesinato está perdida en alguna mudanza y la segunda la tiene guardada, pero no sale.  Años después, escribió «Africanos» y tardó en conseguir publicarla.  La mandó a las editoriales, le fueron diciendo que no, que era muy larga.  Incluso, su primer editor, el que primero aceptó publicarla y que era de una editorial pequeña, quería recortarla.

Él había añadido una parte de Plauto que querían quitarle.  No aceptó, le dijo que la novela era así.  Al final la publicó entera, pero también es verdad que le ofreció seiscientos euros. Igual por seiscientos mil la hubiera recortado, pero por ese importe, entera.  Esa novela le dio a conocer.

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Remarcó que, en la literatura es un mundo de grandes egos, sin embargo, ese elenco de autores de novela histórica que se conocen en España, se llevan bien, se cruzan en distintos eventos, se van llamando de un lado a otro.   Eso es agradable y todos aprenden de todos.

Como hace series de novelas sobre personajes, a él le tiene que atraer el personaje, aunque haya cometido errores, tiene que pensar que se puede aprender algo o puede ayudarnos a comprender mejor cómo somos hoy en día.  Cuando acaba con Escipión está un poco huérfano y ahí se encuentra con Trajano.  En los libros de historia tendría que poner: porque gobernaba Trajano, el Impero romano llega a su máxima extensión, porque lo hacía muy bien política, social y militarmente. Además, es un personaje hispano, más nuestro. Y de ahí, tres novelas de mil páginas cada una sobre Trajano.

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En cuanto a compatibilizar dar clases y escribir novelas históricas, confesó que a veces va sobrepasado.  Aunque hay algo que es verdad, que disfruta de la universidadHabla de literatura en clase y, otros ratos, hace su literatura. Es vivir su pasión desde el anverso y el reverso de una misma moneda. Es algo que se complementa.  Pero se está planteando dejar la universidad muy seriamente, porque se va muy al límite.

Las editoriales presionan para que cada vez acabes tu novela en menos tiempo, los lectores muy cariñosamente te preguntan cuándo va a salir la siguiente novela.  Y hace novelas de una cierta extensión, lleva un tiempo y suele tardar dos años.  Si quisiera pasar de dos años a año y medio, tendría que dejar la universidad. Es un debate que tiene ahí.

Y volvimos a la trilogía de Trajano, en la que cada una de las novelas tiene una estructura muy redonda, pero muy diferente. Y de ahí, tras personajes masculinos, a un personaje femenino, con el que gana el premio Planeta.

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A los escritores les influye la sociedad y los cambios.  Y él considera uno de los grandes cambios muy positivos del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, que vayamos a una igualdad total entre hombres y mujeres.  Eso le parece maravilloso.  Comparte que, cuando se nos ha contado la historia, muchas veces se ha omitido al personaje femenino, porque el relato histórico, hasta hace muy poco, lo han hecho hombres, solo hombres y centrándose en hombres.

Si bien es cierto que, durante muchísimos siglos, hemos estado en sociedades claramente patriarcales y machistas, con lo cual la mujer lo ha tenido mucho más difícil para destacar históricamente, estar siempre ha estado ahí. Es que además, incluso en esa inferioridad de condiciones, ha habido mujeres que consiguieron destacar de una forma muy notable y muy sobresaliente.  Que también a esas mujeres se las ocultara en el relato histórico, era claramente injusto. Y se creía lo de recuperar los personajes femeninos.

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En esto influyó también una compañera de departamento que, cuando se leyó «Africanus» le dijo que todo muy bien, PERO que sus personajes femeninos no estaban suficientemente desarrollados. A él, eso le enfadó consigo mismo, porque se dio cuenta de que llevaba razón.  Entonces pensó cómo le había pasado a él eso porque, cuando se fue a estudiar a Estados Unidos a estudiar literatura creativa, ya les explicaban, en los años ochenta, lo del equilibrio entre personajes masculinos y femeninos.

Su interés por ser muy histórico le lleva a seguir con fidelidad las fuentes históricas clásicas, que son todo hombres y ellos han contado la historia de los hombres.  Hay que rascar en esos textos para ir encontrando referencias a esas grandes mujeres del pasado, aquellas que destacaron históricamente.  Entonces no hay ni un solo libro dedicado a Julia, esposa de Septimio Severo. Pero fue tan importante que, en el libro de Severo, había un montón de referencias a su mujer.  Y también los libros dedicados a sus hijos. Él tenía que juntar las referencias a la esposa y a la madre.  Y te salía el libro.

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Lunes de otoño Santiago Posteguillo

Él no tergiversa nada, es como si filmando el pasado, abriésemos con un gran angular y apareciese esa otra mitad de la humanidad que también estaba ahí.  Es una recuperación que no altera la historia, sino que la complementa.  Y encima, cómo no le va a estar agradecido a Julia, que le lleva de la mano al premio Planeta.  A partir de ahí, a sus pies.

Y siguiendo con la mujer, ha trabajado también el tema de la mujer en «El corazón del Imperio», una serie documental para Movistar.  Una experiencia muy interesante, aprendió mucho de cómo es un medio tan diferente a lo individual del hecho narrativo.  El escritor es «yo me lo guiso, yo me lo como», eres tu dios en tu mundo literario, tú decides -ciñéndote a unos hechos históricos, qué cuento antes, que cuento después, qué elipsis voy a hacer…

En cambio, cuando trabajas para la televisión, de pronto, hay un equipo, hay un director que decide cosas por ti, hay guionistas, hay actores, hay actrices… Es un trabajo colectivo. Ha aprendido que solo, desde establecer una buena confianza con el director, de sentir que el director no va a traicionar el espíritu de lo que tú quieres hacer, es como se puede hacer esto bien.

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Con Israel del Santo tuvo esa conexión, tan buena que, en una tarde de locura y cervezas, le dijo: «ya lo que sería una pasada es rodar en latín, pero no te atreves».  Y, al final, se grabó la serie en latín. Está todo muy medido, no hay que asustarse, solo el catorce por ciento de lo que se dice está en latín, porque sale él como presentador y salen historiadoras que comentan lo que las actrices y los actores van recreando.  No cansa.

Eso sí, recuerda el whatsapp que le envió Aitana Sánchez Gijón cuando le mandó el guion en latín, acordándose cariñosamente de su familia. Estaba muy agobiada por cómo iba a poder ella hacer eso en latín, porque es una gran profesional y en su exigencia, enfrentarse a un idioma que no conocía, le imponía.  Después, lo hizo maravillosamente.  Y a Santiago Posteguillo le encantaba oírla en las ruedas de prensa decir a los periodistas: «pues miren, eso que yo pensé al principio que era una dificultad, luego la verdad es que era mucho más sencillo sentirse senadora de Roma, hablando en latín».

Él dejó ver un capítulo a su hija adolescente de dieciséis años, que está acostumbrada a ver Netflix, que tiene un ritmo narrativo vertiginoso, ágil (por eso, para él, no ha triunfado la película «Blonde», por su ritmo narrativo muy lento, a pesar de ser interesante para él).  Y ella le dijo que le parecía entretenido, con lo cual él pensó que podían llegar al público joven, que habían sabido contarlo de una forma atractiva.

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De ahí pasamos a su última novela sobre Julio César, un personaje sobre el que estamos muy contaminados de tópicos, se ha simplificado mucho su figura.  Probablemente para muchos es un dictador de Roma, que acaba con la República y llega el Imperio. No es un dictador, si utilizamos la palabra como la entendemos en el siglo XXI.  Entendemos por dictador a una persona autócrata, que llega al poder para su propio beneficio y que aniquila a toda la oposición, acaba con ellos.  Eso no era Julio César.

César es el último de una serie de personas que intenta cambiar la República romana para hacerla más justa. Es el último que se enfrenta a la oligarquía que quería mantener sus privilegios y eso muy dictatorial no suena. Es verdad que al final se hace con el poder único, derrota a sus enemigos en la guerra civil y, después, los perdona.  Esos a los que perdona, le rodean el 15 de marzo del 44 a.C. y lo asesinan.  Eso no es un dictador, un dictador no perdona.  Si hubiese sido un dictador, hubiese seguido vivo.

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Él era magnánimo en la victoria, era compasivo.  Es muy personaje mucho más complejo.  Sí, hace barbaridades, pero es más complejo y por eso, Santiago Posteguillo tiene que eliminar los tópicos, explicar quién era realmente y por qué fue tan importante, quién es el personaje humano detrás de este personaje histórico. Por eso quería empezar con algo desconocido.  Julio César a los veintitrés años era alguien relativamente desconocido en Roma.

Va a hacer algo que era lo que hacían los patricios romanos para darse a conocer, ser abogado, defendiendo o acusando en distintos juicios, porque los juicios en Roma eran públicos  Si se juzgaba a alguien importante, la gente podía ir a la basílica -abierta en el foro romano y donde se impartía justicia-.  Cayo Julio César se presenta a los macedonios para ser su abogado contra el senador corrupto Dolabela– brazo derecho de Sila-, que les ha robado, les ha esquilmado, que contrata asesinos a sueldo y que cuenta con los mejores abogados porque tiene mucho dinero.  Además, el tribunal está compuesto por solo senadores.

Es muy difícil ganar ese juicio. La novela empieza con sus amigos tratando de convencerle para que no acepte, porque se juega la vida.  En esa primera novela lo intentan matar tres veces.

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Él ve que en España hay un gran interés por el género de la novela histórica.  Cree que puede deberse a que, aunque ha habido ocho reformas educativas en las que, sean de la ideología que sean, las humanidades siempre pierden, se van recortando, en particular la historia; no han conseguido acabar todavía -lo intentarán- con la natural curiosidad del ser humano de saber de dónde viene.  Hay mucha gente que tiene curiosidad por saber de nuestro pasado.

Ahí aparece la novela histórica, que lo cuenta de una forma entretenida, amena y muy documentada.  Entonces surgió otro tema. El mundo académico a veces es demasiado elitista y no entiende que tiene que serlo en la investigación, en el sentido de exigente, pero que tiene que estar conectado con la sociedad, para mejorarla.  En el mundo científico, sí que han entendido más que hay que explicar lo que hacen.  Se ha pensado que las humanidades están más próximas y que no hay que explicarlo.  Pero sí que hay que hacerlo. En ese divismo académico se ha metido la novela histórica y está cumpliendo, en parte, esa función de divulgación.

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¡Un millón de gracias a Santiago Posteguillo por su entretenida conversación y por compartir con los asistentes ese rato de charla tan agradable e interesante!

Santiago, supongo que nunca leerás este texto, pero, si lo haces, quiero decirte que me encantaría poder hacerte una entrevista.  Por favor, ¡acepta mi invitación!  Me harás muy feliz.

Gracias también a los conductores del acto: José Luis Corral y Alejandro Corral, especialmente por plantear esas cuestiones que nos interesaban a todos.  Asimismo, gracias a Fundación Caja Rural de Aragón por esta magnífica iniciativa cultural y a la librería.

¡Estoy esperando ya con muchas ganas que llegue el próximo lunes y escuchar a Manuel Vilas!

 

Lunes de otoño. Ana Alcolea

Lunes de otoño. Ana Alcolea

El lunes 24 de octubre asistí a una interesante charla de la escritora Ana Alcolea titulada: «Construcción de una novela«, dentro de la programación de «Lunes de otoño 2022», un ciclo organizado por la Fundación Caja Rural de Aragón.

Lunes de otoño Ana Alcolea Mis Palabras con Letras 1

Lugar: Sede Central Caja Rural de Aragón, C/ Coso 80

Horario: 19:00 horas

Fecha: 24 de octubre de 2022

Precio: Entrada gratuita (era imprescindible inscribirse previamente).

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Como me gusta repetir, siempre es muy interesante escuchar y aprender de los escritores, así como conocer curiosidades sobre su forma de trabajar y aspectos de su obra.  Por eso, una parte de mi página está dedicada a hacer entrevistas a autores.  También por ese motivo, me encanta asistir, cuando puedo, al ciclo «Lunes de otoño».  Gracias a esta iniciativa,  he tenido la oportunidad de asistir a distintas charlas y os he contado las de Carmen Posadas, de Isabel San Sebastián, de María Zabay, de Rosario Raro y de María Reig.

En realidad, se trata de conversaciones entre el protagonista de cada fecha y dos escritores de novela histórica: José Luis Corral y Alejandro Corral.  El marco es incomparable, el maravilloso Salón de Columnas.  Como ya os he indicado otras veces, el formato es muy atractivo, porque van surgiendo las preguntas sin orden ni concierto, de una forma improvisada, intercambiando impresiones y opiniones. Y existe la posibilidad de adquirir las obras de los tres y de que te las firmen.

Después de los agradecimientos correspondientes, de remarcar que es un gozo estar en un espacio con tanta historia, en el que incluso han estado Einstein, Benavente o Gómez de la Serna, de subrayar la estupenda tarde que hacía en cuanto a temperatura y de que nos habíamos junto para un banquete -encuentro de escritores-, nos presentaron a Ana Alcolea, una escritora zaragozana.

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Ana Alcolea ha sido profesora en secundaria de literatura y una apasionada por escribir y transmitirlo. se ha especializado, aunque no solo, en la literatura infantil y juvenil.  Recibió el Premio Cervantes Chico en 2016 y el Premio de las Letras Aragonesas del 2019.  Es muy viajera y buena parte de su literatura está inspirada en esos mundos que ha conocido. Y es Alumna Distinguida de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza.

Hablando de premios, para ella fue muy emocionante ese Premio Cervantes Chico, muy especial porque ella había estado trabajando en Alcalá de Henares, donde se otorga. No se lo esperaba, pero fue agridulce porque, cuando se lo comunicaron, hacía justo un mes que había fallecido su padre. No poder compartirlo con él fue doloroso. El acto de entrega fue muy bonito, con el teatro lleno de niños, que representan a sus compañeros. Fue uno de sus discursos más emotivos. Además, ella le debe mucho a Cervantes y a don Quijote.

Está casada con un noruego y todos los años vive en ese país unos meses (en la pandemia pasó allí más tiempo, solo salió para recoger el Premio de las Letras Aragonesas y también fue algo agridulce por la pandemia). Lleva treinta años yendo, tienen una cabaña en las montañas y Noruega es un lugar donde se vive la naturaleza de forma muy intensa.  En esa cabaña escribe y, sobre todo, lee poesía antigua china de la naturaleza, un libro -que es un diario de la vida cotidiana, de disfrutar de las cosas pequeñas- de Dorothy Wordsworth.

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Lunes de otoño Ana Alcolea Mis Palabras con Letras 2

Es un privilegio poder vivir en dos culturas, aunque también tiene su parte mala: tiempo separados, viajes largos,.. Además, en Noruega ha ambientado dos novelas.  Es uno de esos lugares que a ella le dicen cosas y le hablan del contacto con la naturaleza. Las montañas nos recolocan en nuestro sitio y nos dan una cura de humildad. Le gusta pensar las cosas que pasaron en cada lugar. Por ejemplo, la casa de su marido está en un barrio que, durante la II Guerra Mundial no fue un barrio, había un campo de prisioneros serbios.

Los nazis llevaron a esos prisioneros para construir los hangares para los submarinos.  Su casa es la única que tiene una orientación diferente, no se pudo construir como las demás porque justo ahí, debajo del jardín, están los restos del búnker. Eso le impactó y escribió «Donde aprender a volar las gaviotas».  Y unos años después, estuvo visitando el faro de «La noche más oscura».  Ella siempre ha estado muy fascinada por los faros (nos recordó que Zaragoza lo tenía).

Siempre ha pensado cómo sería vivir en un uno, también cuando trabajaba en Santoña y visitaba el de Ajo. Unos amigos noruegos que sabían de esa afición de Ana, les organizaron una visita a un faro muy especial y que está en un islote. Erigido en 1880, entonces no se accedía hasta allí en lancha. El faro no había tenido ningún papel en la guerra, pero sí -como le explicó quien se lo enseñó- el almacén del puerto, donde se habían puesto los chalecos salvavidas.

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Ese almacén sirvió de prisión para 195 prisioneros soviéticos a los que llevaron los nazis para construir la pista de aviación, 60 de ellos murieron en el invierno del 41 al 42, En ese almacén hay un pequeño y modesto museo, con objetos de aquella estancia de prisioneros y soldados. Y pensó que necesitaba escribir una novela. El 14 de agosto hicieron esa visita, el 18 empezó a escribirla y el 29 de septiembre llegó al Premio Anaya. Llegó la última y ganó.

Está escrita desde muchas emociones. Ella sacó los nombres de sus personajes de una lista de muertos. Luego salvó a uno, porque no pudo matarlo. De ahí, la conversación nos llevó a saber qué le llevó a ella a escribir.  Y fue una tragedia familiar. Ella tenía familia que vivía en Gabón (África) y su primo Jesús, como un hermano para ella, murió en un accidente de avioneta. Unos meses después, sintió la necesidad y el deseo de escribir algo que tuviera que ver con él.

Algo que sirviera de homenaje y para mantenerlo vivo, a través de las palabras, que tienen mucha fuerza y son creadoras. Escribió «El medallón perdido».  Eso le lleva a reflexionar que si su primo no hubiese muerto, nunca hubiese escrito ese libro. En la vida nos pasan muchas cosas y somos capaces de crear algo amable y positivo, incluso en los momentos más duros. Esa novela no es triste, aunque nació de un dolor.

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Lunes de otoño Ana Alcolea Mis Palabras con Letras 3

Cuando escribe una novela para adultos o para jóvenes no hace tanta diferencia, pero le gusta que sus obras las lean los jóvenes, quiere rescatar la forma de narrar de la novela de aventuras de siempre.  Quiere contar aventuras, no cosas que pasan en los institutos. Sus historias las pueden leer los chicos y la gente de más edad. Busca literatura, no los temas de moda y por eso sus libros siguen vigentes.

Además, le gusta hablar estar en contacto con sus lectores jóvenes -que están muy expectantes y con muchas ganas de actividades presenciales, de visitas ajenas al centro-, dialogar y ver las caras de entusiasmo en los jóvenes y ver que, en realidad, se mueven, en la esencia, por lo mismo que nos movíamos nosotros de jóvenes, por los universales del sentimiento, como decía Machado.

Nos confesó que «El medallón perdido» se lo rechazaron en una editorial religiosa, porque tenía poca agresividad y acción.  En cambio, a Anaya le gustó por esa razón.  Y sigue gustando, porque los lectores continúan identificándose con las emociones. De alguna manera, es buscar la belleza y contar en una frase un mundo que sea nuevo, eso es literatura.  Es fundamental que lean los niños, los adolescentes…Todos.

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Ella argumenta en sus charlas para destacar la importancia de leer que el lenguaje y el pensamiento van unidos, si no alimentos el pensamiento con lenguaje, se queda corto. La mayoría sabe que a sus antepasados no les enseñaron a leer, porque los poderosos no querían que supieran tanto como ellos, que tuvieran un pensamiento libre y crítico. La libertad viene de las lecturas, de la palabra,  Luego les habla de ser curiosos y de observar.  Y, por supuesto, escribir desde las emociones.

Muchos escriben, pero hay un problema, muchos también quieren publicar rápido y deben tener cuidado con las propuestas fraudulentas.  Ella empezó a publicar con treinta y nueve años. Hay que haber leído y vivido mucho para tener un poso.  Quiere que lean y escriban mucho, pero sin afán de publicar rápidamente.

Y volvimos a los lugares de sus novelas, reales e imaginarios.  Cuando escribió «Bajo el león de San Marcos» viajó dos veces de propio a Venecia, para tomar notas de calles, espacios, de palacios, de cuadros, de la vajillería… Tomaba notas y dibujaba en el cuaderno para poder describirlo en el libro.  Una vez que transformas una realidad en palabras, ese lugar -Venecia en este caso- lo has convertido en ficción.

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Lunes de otoño Ana Alcolea Mis Palabras con Letras 4

Ella ha estado en casi todos los sitios de los que ha escrito, menos en dos: en esa parte de África donde ambienta «El medallón perdido» -nunca estuvo, pero sí a través de las palabras de sus tíos y de sus primos, de lo que le contaban- y «El secreto de la esfinge», porque no ha estado en Egipto. Pero es como si hubiese estado, por uno de los libros que compró su padre.  Su padre era chapista y luego jefe de talleres del parque móvil.  Tuvo que ponerse a trabajar a los catorce años, como tanto jóvenes de la posguerra.

No había dinero en casa y el abuelo se gastó todo en casinos.  Cuando nació Ana, tuvo muy claro que a ella no le pasaría lo mismo.  Trabajaba muchísimo y ahorraba para comprar libros y viajar. Una de las colecciones que compró era de Salvat con distintos títulos.  El titulado «El descubrimiento del pasado» ella se lo sabía de memoria y, sobre todo, el descubrimiento de la tumba de Tutankamon.  Le fascinaba y quería ser egiptóloga.

Por eso, cuando se puso a escribir el libro, hace cuatro o cinco años, no necesitó ir a Egipto.  Ella se lo imaginaba por todas sus investigaciones y lo vivía, como si lo hubiese visitado. Reflejamos nuestra experiencia en el lugar, en nuestro diálogo con el paisaje, con la ciudad, A veces es idílico y a veces, no.

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Lunes de otoño Ana Alcolea Mis Palabras con Letras 5

Ella sabe que tiene que empezar a escribir una historia cuando hay algo que le trastoca.  Por ejemplo, la muerte de su primo o un collar que se llevó a Venecia.  En el caso de «El secreto del galeón» fue una noticia, que duró muchos meses, la que le impactó y pensó que quería escribir una novela de piratas, de tesoros en el mar, y que mueran todos los del barco.  No le salió, ni hay piratas, ni tesoros, ni mueren todos los del barco.

Pero la intención era esa.  De repente, tienes algo que te mueve. Luego viene el periodo de documentación«Bajo el león de San Marcos» es la que más tiempo le ha costado escribir, tres años y medio, es la más histórica,  Fue dos veces a Venecia,  Leyó sobre la mujer en la que está basada, Caterina Cornaro, le fascinaba.  Y pensó que quería escribir una novela en la que apareciera ella.

Se fue a los sitios en los que había vivido.  Consultó libros sobre esa figura.  Investigó todos los datos y, a partir de ahí, tenía que imaginarse una historia.  Se inventó la historia de una escritora española que va a investigar sobre ella -en realidad poco tenía que inventar sobre esto- .  Y mezcló cosas reales con Ángela, que es una escritora que poco tiene que ver con Ana Alcolea. Esto lo ha tenido que justificar muchas veces. Le dio otra vida más interesante y ligera que la suya.

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Nos señaló también que ella nunca hace planes cuando empieza una novela, nunca sabe lo que va a pasar.  Ella es una escritora de brújula, de los que empiezan con una cierta orientación, pero no saben lo que va a suceder.  Ahora está escribiendo una novela policíaca, lleva ciento treinta páginas y aún no sabe quién es el asesino y ahí está decidiendo, tiene varios sospechosos, porque se encariña con los personajes.

Últimamente ha navegado por dos mundos maravillosos: el de los libros y el de la ópera, con ilustraciones de David Guirao y Óscar Pérez. Su experiencia es maravillosa con estos dos ilustradores.  Ella no se mete en el trabajo de ellos, no les dice lo que hay que hacer o lo que le gustaría que hicieran.  Ella ha tenido hasta ahora muchísima suerte con sus ilustradores.  Salvo con una portada, que no nombró, que es de un ilustrísimo ilustrador que hace cosas maravillosas.

Pero no se debió leer el libro, se lo debieron contar e hizo una cosa muy fea como portada.  Ahora ese libro ya está ilustrado por David Guirao y tiene una portada preciosa. Insistió que, salvo eso, ha tenido mucha suerte. «El maravilloso mundo de los libros» fue un proyecto precioso que le propuso Anaya y que solo podría ilustrar David Guirao.  «El maravilloso mundo de la ópera» se lo dieron a Óscar López, que es de Valladolid, por el estilo de las óperas y dibuja de otra forma, y el resultado es espectacular.

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Lunes de otoño Ana Alcolea Mis Palabras con Letras 6

A ella le gusta que los ilustradores trabajen por su cuenta, sin que ella se meta, porque puede meter la pata.  El ilustrador lo que hace es su visión, su versión del libro, cómo ven las palabras, cómo analizan, cómo considera.  A ella no se le hubiesen ocurrido cosas que ellos proponen porque son geniales.  Son guiños absolutamente geniales y por eso al ilustradora hay que dejarle trabajar y que haga su trabajo.

Ana va a publicar cinco libros este año, algunos son infantiles.  Ha publicado ya tres y ahora sale uno en Latinoamérica.  Y luego, con la editorial Libros de ida y vuelta, la editorial aragonesa de Javier Nández, van a sacar una fantasía sobre Beethoven, con unas ilustraciones preciosas.  Va a salir antes de de Navidad.  También, tres de sus libros se van a traducir al árabe, en noviembre sale en árabe «Castillos en el aire» y está muy contenta.

Se puso en contacto con ella una traductora de Marruecos, que había leído unos libros suyos y le había gustado mucho como escribía.  Le comentó que una editorial emiratí estaba interesada en libros infantiles y juveniles españoles, quería traducir algunos de sus libros y han comprado los derechos.

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Respondió a alguna pregunta, indicando que casi todos sus libros parten de cosas suyas.  Dos de los que tiene para adultos (aunque los puede leer cualquier joven y no pasaría nada) son «Postales coloreadas» y «El brindis de Margarita».  Sobre la primera, nos explicó que, cuando murió su abuela con ciento tres años -había pasado todo el siglo XX por ella-, con una mente y una memoria lucidísimas, ella pensó -nieta única- que era imposible que lo que le había contado su abuela desapareciese.

Así que se inventó una historia para ligar todos los recuerdos que ella tenía de lo que contaba.  Es una historia familiar generacional que parte de sus tatarabuelos -de los que no sabe nada-.  Lo que no sabía se lo ha inventado y llega un momento en el que ya no sabes lo que es real y lo que te has inventado.  Se mezclan la verdad y la ficción, formando otra verdad suya propia.  Pero sí, ahí partió de muchos elementos reales.

Precisamente, el anillo que llevaba puesto era de dos de las protagonistas del libro, su tía Pilar y su abuela Mercedes, dos personajes que están con sus propios nombres en el libro.  Este libro lo leí e hice una reseña que podéis consultar aquí.

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Ella tiene que decir muchas veces que no es ella, pero en «El brindis de Margarita» sí que lo es.  Margarita tiene que ir a casa de sus padres a vaciarla, después de la muerte de ambos.  Y se encuentra con objetos, con olores, todos eso la va llevando a la época a la que ella fue adolescente, que casualmente fue la época de la transición española, de la dictadura a la democracia. Es la historia de una chica y sus amigas adolescentes. Es muy personal, aunque se ha inventado otras cosas, como el marido, que no es el suyo, un hijo que ella no tiene, unas amigas diferentes.  Aún así hay cosas muy reales.

«Las chicas de la 305» está basada en la Universidad Laboral de Zaragoza en el primer año que se inauguró.  Ella entró allí después, pero la ambientó en los primeros años. Y también ha sido muy personal escribirla.

Por último, me quedo con algo que comentó Ana Alcolea en la charla: «Cuando estamos leyendo, estamos viviendo el libro, estamos viviendo la historia.  Le damos al libro lo que somos.  Los libros son un espejo en el que nos miramos. Le damos al libro lo que somos en cada momento. Por eso, el libro va cambiando en cada persona y, dentro de cada persona, también va cambiando con el tiempo.  Todo que pasa por la palabra ya es irreal, es ficticio, aunque tiene mucha verdad. Una cosa es la realidad y otra la verdad.  El escritor busca la verdad, que no necesariamente ha de ser la realidad».

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¡Un millón de gracias a Ana Alcolea por su entretenida conversación y por compartir con los asistentes tantos detalles  interesantes!  Y os recuerdo que en esta página también podéis encontrar la entrevista que le hice en su momento.

Ana, gracias por tu dedicatoria en mi ejemplar, lo guardaré con todo el cariño.

Gracias también a los conductores del acto: José Luis Corral y Alejandro Corral, especialmente por plantear esas cuestiones que nos interesaban a todos.  Asimismo, gracias a Fundación Caja Rural de Aragón por esta magnífica iniciativa cultural y a la librería.

¡Estoy esperando ya con muchas ganas que lleguen los próximos lunes y escuchar a Santiago Posteguillo y Manuel Vilas!

 

Lunes de otoño. María Reig

Lunes de otoño. María Reig

¡Han vuelto los lunes de otoño literarios en Zaragoza! El lunes 17 de octubre asistí a una interesante charla de la escritora María Reig titulada: «Los mil nombres de la libertad«, dentro de la programación de «Lunes de otoño 2022», un ciclo organizado por la Fundación Caja Rural de Aragón.

Lunes de otoño María Reig Mis Palabras con Letras 1

Lugar: Sede Central Caja Rural de Aragón, C/ Coso 80

Horario: 19:00 horas

Fecha: 17 de octubre de 2022

Precio: Entrada gratuita (era imprescindible inscribirse previamente).

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En mi opinión, siempre es muy interesante escuchar y aprender de los escritores, así como conocer curiosidades sobre su forma de trabajar y nuevos aspectos de su obra.  Por eso, una parte de mi página está dedicada a hacer entrevistas a autores.  También por ese motivo, me encanta asistir, cuando puedo, al ciclo «Lunes de otoño».  Gracias a esta iniciativa,  he tenido la oportunidad de asistir a distintas charlas y os he contado las de Carmen Posadas, de Isabel San Sebastián, de María Zabay y de Rosario Raro.

En realidad, se trata de conversaciones entre el protagonista de cada fecha y dos escritores de novela histórica: José Luis Corral y Alejandro Corral.  El marco es incomparable, el maravilloso Salón de Columnas.  Como ya os he indicado otras veces, el formato es muy atractivo, porque van surgiendo las preguntas como si estuviesen tomando un café informal, intercambiando impresiones y opiniones. Y existe la posibilidad de adquirir las obras de los tres y de que te las firmen.

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Después de los agradecimientos correspondientes y de subrayar que coincidía esa fecha con el Día de las Escritoras y de comentar que estamos en época de premios para varios autores aragoneses -tal vez da suerte pasar por Lunes de otoño-, nos presentaron a María Reig, una joven escritora, que mostró su alegría por poder compartir momentos y anécdotas con todos los asistentes, sobre todo, de su último libro.

María Reig apareció en el panorama literario con una enorme fuerza.  Nació en Barcelona, pero se ha educado y ha estudiado en Madrid.  Es periodista y un día le dio por escribir novela histórica, de hecho es una apasionada de este género. Tiene publicados tres libros: «Papel y tinta» -en su momento hice la reseña-, «Una promesa de juventud» y «Los mil nombres de la libertad», este acto servía como presentación de esa obra en Zaragoza.

Con esta novela y tres personajes fantásticos, María Reig, nos traslada a la época posterior a la Guerra de la Independencia, que supuso un retraso de cincuenta años en la historia de nuestro país.  Se trata de una época muy olvidada.

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Lunes de otoño María Reig 2

No obstante, antes de centrarse en este libro, nos contó con detalle cómo consiguió publicar su primera novela.  Ella, después de escribirla, en un primer momento decidió enviarla a varias editoriales, por la vía tradicional, gastando un buen dinero en imprimirlo todo, pero no tuvo éxito.  Estaba determinada a que, por lo menos, llegase a los lectores.  Se informó por opciones de autoedición, pensó en lanzarla en Amazon, pero no tenía contactos y el propósito era difícil  Hizo un plan de marketing y comunicación, para ampliar su público.

Algunas acciones las podía hacer de forma gratuita, pero otras no -encargar un informe de lectura, una corrección, evento de lanzamiento, página web- y por tanto necesitaba recursos  Tenía pocos ahorros y arrancó una campaña de crowdfunding, una especie de mecenazgo.  La creó, hizo un vídeo por Madrid contando de que iba la novela, conectando todo con la trama.  En veinticinco horas consiguió el objetivo de recaudación y en cuarenta días se habían sumado más de 130 personas.  Esto llegó a oídos del alcalde de la localidad de donde vivía, Colmenar Viejo, y le propuso que le hablase de su obra y ver la forma de colaborar en la campaña.

Una persona de comunicación del ayuntamiento le dijo a la salida que conocía gente del mundo editorial.  Ella pensó que le dirían nada.  Su sorpresa fue esa misma tarde tenía un correo de Gonzalo, su editor. Había visto su campaña y quería leer su manuscrito.  Lo valoró y le propusieron publicar.. Entonces se dirigió a sus mecenas para comunicarles que todo había cambiado, pero ellos le dieron una lección de generosidad increíble, se quedaron y ninguno quiso la devolución del dinero.  Ese dinero le sirvió para pagar servicios ya contratados.

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José Luis Corral apuntó entonces que la historia parece literaria y que una editorial de las grandes de España recibe 25 000 originales cada año, ningún comité de lectura puede asumir ese volumen.  Esa fuerza que María Reig puso en dar a conocer su primera novela, esa actitud combativa, se ve en sus personajes femeninos.  Cuando aborda un nuevo proyecto, una novela histórica en un pasado claramente reconocible, siempre le gusta acompañarse de una mujer y explorar los contextos en los que se movían las mujeres.

Intenta darles ese ímpetu, determinación, valentía y tesón.  Le gusta retratar, en el caso de los protagónicos, mujeres que tengan su propia historia, que nos la cuenten y que se les pueda acompañar en sus viajes, ciñéndose mucho en los parámetros de la vida de las mujeres en ese momento y sin caer en el presentismo a la hora de dibujarlos.  Le gusta dotarlas de arrojo, tomando decisiones en su esfera y según su perspectiva, darles energía para que nos cuenten esas épocas, aún con limitaciones que pudieran tener.

El presentismo es un vicio en el que se puede caer muy fácilmente. Ella intenta repetirse que los personajes deben estar encuadrados en su tiempo, con mentalidad y retos de su tiempo.

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Lunes de otoño María Reig 3

Se pasó entonces a hablar de viajes literarios, algo que se está poniendo de moda y es una experiencia preciosa.  Antes de la pandemia -ahora está parado, ella quedaba con lectores en Madrid los domingos -un domingo al mes-, iniciando un recorrido en la residencia de Elisa de cuatros horas -con una paradita-.  Era un momento muy bonito para compartir esa magia, esos lugares de la novela, permitía hablar de la historia de Madrid, de la novela.  Era una experiencia muy bonita para lectores y autores

Y volvimos a «Papel y tinta», en la que se recupera una mujer que no existió, pero basada en mujeres reales -algunas aparecen en el libro-, y un personaje muy bien perfilado.  A ella le interesa recuperar periodos históricos muy interesantes que tenemos un poco desubicados en general.  Le apetecía descubrir en particular esa época, la conocía de una forma muy superficial y quería meterse en materia, porque esos momentos que se desarrollan entre hitos históricos, de gran impacto y presentes en el imaginario colectivo, nos explican precisamente esos hitos.

Es muy interesante arrancar a principios del siglo XX e ir entendiendo cómo todo se va fraguando poco a poco; por qué se desarrolla así la dictadura de Primo de Rivera; los retos que se tenían política y económicamente; la existencia, dentro del papel de la mujer, de instituciones, como la Residencia de señoritas de María de Maeztu, en la que aparecen nombres de residentes que todos tenemos ubicados como Victoria kent.  Al final, es una forma de comprender de dónde venimos y porqué se han dado las cosas de una manera u otra.

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Y, dentro de todo eso, el papel de la mujer es, en ese momento, muy interesante, porque se dan algunos pasos, se ponen de manifiesto algunas cuestiones, se empiezan a conquistar algunas profesiones reservadas hasta entonces a los hombres.  Ella quería recuperar todo eso y Elisa Montero, aunque evidentemente es un personaje ficticio, bebe de las pioneras, como Carmen de Burgos, Sofía Casanova, perfiles que sí existieron que nutren a la protagonista.

Respecto al desarrollo de su estilo y su evolución, piensa que no se deja de aprender, de querer superarte como escritor, de asumir nuevos retos, no solamente desde el punto de vista de la prosa, sino también en cuestiones narrativas, de puntos de vista, de juegos de personajes, también de jugar con la figura del narrador… A veces vuelve a «Papel y tinta», no lo suele releer mucho, pero ve a la María de hace unos años.

Cuando le pregunta con cuál de sus libros se quedaría y, aunque es cierto que cada uno tiene su lugar, con el que más se identifica es con su última novela, refleja mejor lo que es ella como autora hoy con sus herramientas, con todo lo que ha ido aprendiendo a base de trabajar.

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Lunes de otoño María Reig 4

Además, nos animó a leer «Una promesa de juventud» por su contexto tan curioso. Es cierto que hay mucho escrito y ambientado en la II Guerra Mundial, pero ella decidió ubicar la acción en Suiza, un país que fue quedando rodeado de otros que fueron participando de forma activa en la guerra o que fueron declarando sus fidelidades, se mantiene neutral, es un oasis en medio de Europa, aunque al final tuvo su papel.  Y, dentro de Suiza, existían unos grandes internados internacionales con alumnado de muchos países.

Ella tuvo la suerte de poder documentarse con información que le proporcionaron dos internados, que hoy siguen en funcionamiento y entonces también lo estaban.  Una de las premisas que le dieron (en concreto en uno de estos colegios, el internado femenino Brillantmont)  para empezar esta novela es que, en los albores de la guerra, estos lugares eran unas sociedades de las naciones en miniatura, con jóvenes de variadas procedencias, condenados a convivir, mientras se gesta uno de los grandes conflictos del siglo XX.

En ese marco, se desarrolla su segunda obra. Y esa sensación de burbuja, mientras se está fraguando el conflicto en el mundo, da un toque de oscuridad,  Toda la acción se desarrolla en un solo espacio, con todos los recursos que eso permite.  Para escribirla, ella tomó un compendio de influencias de diferentes autoras, de obras cinematográficas vistas durante su vida, basadas en ambientes tan evocadores como son los internados, que han permeado en su imaginario.

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Lunes de otoño María Reig 5

Para publicar, ella cree que las nuevas generaciones tienen a su favor ese conocimiento del entorno digital, de saber que existen recursos como las plataformas de crowdfunding, que hay páginas para hacer las creatividades para las redes sociales.  Ahí existen recursos con los que están más familiarizados desde hace años y que les supone una menor barrera mental.  En contra, la falta de contactos que siempre pone las cosas más complicadas en cualquier lugar.  También que viven de pesimismo en pesimismo.

Recordó que, en sus primeras clases de periodismo, los profesores asumían que no iban a encontrar trabajo, Tienen ese poso de pesimismo que hay que intentar relativizar y pelearlo a través de las nuevas oportunidades que van saliendo.  Y el mundo editorial también está dando espacio a las nuevas voces. En todos los géneros, es bueno que se vayan sumando nuevas voces porque es la manera de que se mantengan vivos.

En ese punto, José Luis Corral explicó también que antes publicar era más caro y, por tanto, más difícil. Había que hacer una composición, imprimir, hacer unas planchas… Todo eso ha desaparecido.  Ahora un libro no vale más que el papel, por eso las editoriales pueden hacer pequeñas ediciones.

Las grandes editoriales que hay ahora –Planeta y Penguin– publican mil títulos cada año, tres al día, sumando otras editoriales 72 000 al año.  Además, apuntó que la novela histórica está de moda, en el 96 se publicaron solamente seis títulos, en el 21 han sido más de quinientas.

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Para ella era inevitable irse, en su tercera novela, a la España de 1815, un periodo desconocido, entre hitos importantes.  Aunque el siglo XX le interesa, siempre ha tenido debilidad por ir más atrás. Las dos primeras novelas, por las premisas que le apetecía investigar, estaban ambientadas en ese siglo.  Pero ya con la tercera, sabía que quería retroceder en el tiempo y el siglo XIX lo ha disfrutado siempre muchísimo, tanto cuando lo ha estudiado desde el punto de vista académico, como cuando ha leído.

Es un siglo muy complejo y era una tarea pendiente para ella, abordar una historia en esa época, aunque eso cambiaba la experiencia de documentación, porque en ese caso no hay recursos gráficos, pero no ha sido difícil, todavía hay datos, hay mucha información.

De las tres, ha sido la documentación que más ha disfrutado, el bucear no solo en libros académicos más, también ir al Archivo General de Palacio y poder revisar los documentos de Fernando VII o poder ver las colecciones de vestido, para ver cuál era la moda, cuáles eran las prendas, los tejidos; el trabajar con crónicas, mapas…

Todo eso ha hecho que la haya disfrutado muchísimo y también la época en la que pasan tantas cosas, a pesar de ser desconocida.  Es gustoso documentarse y anima a conocerla, ya sea con la novela o a través de otras vías.

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Lunes de otoño María Reig 6

Respecto a si está de moda el siglo XIX, ella cree que hay una conexión directa entre las cosas que nos preocupan.  Puede haber dos caminos a una época histórica que de repente tenga mayor acogida, bien por conexión con la actualidad o bien porque nos ofrece una alternativa de evasión ya que, al verla tan alejada, nos permite hacer un viaje multisensorial a otro momento y olvidarnos de las cuestiones que marcan nuestro día a día. Cree más en la primera, porque se tienden a buscar muchos paralelismos.

Con el siglo XIX sí hay una conexión, ya que es muy interesante a nivel político, porque se sientan una serie de bases, de preceptos de construcción del estado liberal, del que beben las democracias actuales. Parte de lo que somos ahora sí que tiene una serie de precedentes en el siglo XIX.

Cuando ella planteó que se quería ir a ese siglo, la reacción inicial de la editorial fue «uy, demasiado para atrás, el XX está muy bien», les daba un poco de pavor. Pero a ella le gusta la historia y no se pone límites.  Además, se ha encontrado con lectores a los que les interesa ese periodo y después complementan su lectura con otras obras.  Todo lo que sea generar interés en épocas históricas, lo ve muy positivo.

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En cuanto a si tiene que descartar parte de la extensa documentación nos contó que, cuando tiene que componer ya la novela, hay que poner filtro a todos los apuntes y datos que ha ido recogiendo en esa fase.  Hay que dejar cosas o no queda espacio para la trama ficticia. Equilibrarlo es uno de los retos que tiene la novela histórica.  Muchas veces te lees un libro entero para extraer un cinco por ciento que podrás volcar en la novela.  En la fase inicial abre mucho el arco para luego ir concretando.

En la última parte, se centraron en la última novela, con una estructura de novela clásica, un momento, tres personajes muy claramente perfilados -especialmente el de Inés-, hay aventuras, hay viajes, intriga permanente, un hilo conductor… Ella concibió la novela en su sentido clásico de forma consciente, con todas sus partes, quería reflejar, no solo a través del contexto y de los personajes, sino también en muchas de sus dinámicas e ingredientes lo que se puede encontrar en novelas del siglo XIX.  A base de ir leyendo, fue concretando todo.

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Nos indicó que ahora está estudiando Historia, era una tarea pendiente para enriquecimiento personal y profesional, porque le encanta y quiere seguir formándose para trabajar mejor, para pulir la documentación, seguir peleando y avanzando en ese camino.  Aseguró también que sus siguientes proyectos seguirían siendo históricos, porque siempre que se le ocurren ideas están basadas en otra época, siempre mira al pasado.

En sus obras, siempre hay mujeres que intentan mejorar el mundo desde su ámbito pequeño, familiar y personal, eso le da una enjundia muy potente a sus textos.  Es ese punto de inconformismo de que cada uno en su parcela, en su día día, puede aplicar. Son mujeres que intentan solventar los problemas y pelear por el objetivo que tienen.

¡Un millón de gracias a María Reig por su entretenida conversación y por compartir con los asistentes tantos detalles  interesantes!  Y os recuerdo que en esta página también podéis encontrar la entrevista que le hice en su momento.

Gracias también a los conductores del acto: José Luis Corral y Alejandro Corral, especialmente por plantear esas cuestiones que nos interesaban a todos.  Asimismo, gracias a Fundación Caja Rural de Aragón por esta magnífica iniciativa cultural y a la librería (adquirí el libro y me lo llevé firmado).

¡Estoy esperando ya con muchas ganas que lleguen los próximos lunes y escuchar a Ana Alcolea, Santiago Posteguillo y Manuel Vilas!

 

Lunes de otoño. Rosario Raro

Lunes de otoño. Rosario Raro

¡Han vuelto los lunes de otoño literarios en Zaragoza! El lunes 18 de octubre asistí a una interesante charla de la escritora Rosario Raro titulada: «Un viaje novelesco desde Segorbe a Canfranc«, dentro de la programación de «Lunes de otoño 2021», organizada por la Fundación Caja Rural de Aragón.

Lugar: Sede Central Caja Rural de Aragón, C/ Coso 80

Horario: 19:00 horas

Fecha: 18 de octubre de 2021

Precio: Entrada gratuita (era imprescindible inscribirse previamente).

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Sabéis que me encanta escuchar y aprender de los escritores, así como conocer curiosidades sobre su forma de trabajar.  He tenido la suerte de poder hacer entrevistas en el blog a unos cuantos, siempre con gran generosidad por su parte.  Por eso, no dejé pasar la oportunidad de inscribirme otra vez en el ciclo «Lunes de otoño».  A través del mismo,  he tenido la oportunidad de asistir a las charlas de Carmen Posadas, de Isabel San Sebastián y de María Zabay, disfrutando muchísimo.

En 2020, solamente pudo celebrarse la primera charla prevista, la de María Zabay, porque la ciudad pasó a Nivel de alerta 3 y este tipo de actividades se suspendieron. De momento, este año 2021 se han retomado y la primera pudo celebrarse, siempre con las medidas necesarias.

En realidad, se trata de conversaciones entre el protagonista de cada fecha y dos novelistas: José Luis Corral y Alejandro Corral.  El marco es incomparable, ya que todos los espacios de este edificio son espectaculares.  El formato es muy atractivo, porque van surgiendo las preguntas como si estuviesen tomando un café informal, intercambiando impresiones y opiniones. Y existe la posibilidad de adquirir las obras de los tres.

Después de los agradecimientos correspondientes, nos presentaron a Rosario Raro, una de las grandes, autora de tres novelas y varios relatos.  Estudió Filología Hispánica en la universidad de Valencia y es profesora de Lengua Española y Escritura Creativa en la Universitat Jaume I de Castellón.  Ha obtenido diversos premios y es una excelente persona, en palabras de José Luis Corral.

A partir de ahí comenzó un viaje literario por sus tres novelas: «Volver a Canfranc» (2015), «La huella de una carta» y «Desaparecida en Siboney».  Respecto a la primera, la escritora nos contó que la mecha prendió en Jaca, en Huesca, pero cuando llegó a Zaragoza fue la eclosión.  Indicó que, por suerte, estaban en la sala algunas de las personas que le habían apoyado desde abril de 2015 de forma incondicional.

Reconoció que es verdad que tiene algunos de los mejores lectores y añadió que, por suerte, ahora lo de los lectores-amigos se ha desdibujado.  Nos contó que esa mañana había estado en Jaca y el día anterior en Canfranc.  El motivo había sido que se había celebrado de nuevo el viaje teatralizado sobre su novela, contando con el apoyo de RENFE y con un guía, Manuel Bueno, que es el alma.  De hecho, han pasado 530 personas ya por allí y hay una lista de espera de 300 para cuando vuelva a tener lugar, en Semana Santa.

Nos confesó que es muy afortunada de ver que existe un viaje teatralizado (en el que se puede viajar a 1943 y ver al protagonista), una ruta literaria y una visita guiada a la estación basada en su libro.  En este punto, apuntó que ella cree que cuando nos ponen a escribir (y mencionó que en la sala había grandes autores y autoras, como María Frisa), ya hay que tener la historia.  Para ella, escribir es realmente transcribir porque la historia ya la tiene que tener en su cabeza primero, como sucede con todas las profesiones.

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En el caso de su primer libro, la primera vez que ella vio la imagen de la estación fue en una fotografía de un libro titulado «Lugares abandonados», publicado en Versalles.  Le llamó la atención, pensó que estaba en algún lugar de Europa, Austria o París… Y le sorprendió que estuviese en la provincia de Huesca, a 8 kilómetros de la frontera de Francia, en la Jacetania.  A partir de ahí, cada vez que tenía un momento leía sobre su historia, convirtiéndose en una especie de agradable obsesión.

Y cuando llegó a los acontecimientos históricos de la Segunda Guerra Mundial y a todo lo que supuso Canfranc como lugar de libertad, la cantidad de personas a las que salvaron gracias a que cruzaron su puerta, como si fuera una gran matriz que los llevara a otra vida, a otra oportunidad, pensó que esa historia tenía que escribirla.  Había muchas referencias, muchos libros de ensayos previos.  Y se lanzó, una insensatez en su opinión, porque ella es de Segorbe (de ahí el título de la charla).

Nos señaló que la especialidad de los autores tiene que ser escribir sobre temas de los que, antes de empezar el libro, no saben demasiado.  Y cuando terminan, todo ese proceso les convierte en expertos.  A ella la fase de documentación le resulta muy interesante, porque tiene mucho de detectivesca, pero tiene que ser muy rigurosa porque les leen con lupa.  No son expertos en nada, pero los lectores sí, cada uno sabe de su especialidad y cuando hay algo que no cuadra la verosimilitud cae.

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Apuntó que ella cree que la reivindicación del Canfranero es muy necesaria, entre otras cosas, porque es el camino más corto entre Madrid y París.  Es la gran salida a Europa y era un escaparte de todo lo que se quería mostrar.  Se tapió durante la Guerra Civil, después, en el 44, se volvió a cerrar el paso hacia le norte.  Ahora espera que ese resurgimiento sea imparable.  Nos trasladó un dato técnico increíble.  El Canfranero desde Zaragoza tarda un cuarto de hora más que en 1928.

Y nos detalló que tiene un sistema para los personajes.  Hace una plantilla con ellos y son todos personas reales, que ella conoce, a veces no directamente. De este modo, evita posibles equivocaciones. En algunas ocasiones, utiliza algún político porque dan mucho juego, porque acaban convirtiéndose en caricaturas de ellos mismos.  Que sean reales, le ayuda muchísimo porque sí ella está pensando en alguien en concreto, ya sabe cómo anda, como se mueve, cómo habla, lo que nunca diría. Y así, se encarnan.

Si los construyese de la nada, sin hilos, inventándolos, cree que se quedarían más esquemáticos.  Aunque también hay contras.  Luego le pasa que alguien espera encontrarse en la novela y dice «no estoy».  Y, al revés, creen que son alguno de los personajes.  También, como en el caso del protagonista de «Desaparecida en Siboney», puede juntar dos personas en una. En este caso, para ser una novela de peripecias y en la que sucediesen muchas cosas, tenía que ser una personalidad muy rica.

Y añadió que le gusta incluir en el nombre de los personajes su destino de alguna forma, nunca pone un nombre al azar.

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En cuanto a la segunda novela, «La huella de una carta», es una mezcla del consultorio de Elena Francis y los efectos de la talidomida.  Y, en cuanto al nombre de la protagonista, Nuria, se apellida Somport, porque tenía que atravesar un túnel.  Es una persona distinta cuando empieza la novela y cuando termina, por las circunstancias que le toca vivir.  Al marido lo llamó Máximo porque era lo máximo, ahí lo tuvo fácil.

En el caso de este libro, lo que pasó es que leyó una noticia sobre que, en España, habían llegado a nacer dos mil bebés afectados por la talidomida, nacían sin brazos, sin piernas… Y miles no llegaron a nacer.  Pensó que muchos episodios se habían ocultado debajo de la alfombra (como el aceite de colza, los trabajadores de uralita, etc.).  Se puso en contacto con la Asociación de afectados (que está en Alcantarilla – Murcia-) y la historia le apabulló.

Lo fácil hubiese sido escribir una segunda parte de «Volver a Canfranc», porque la canalización ya estaba hecha, pero piensa que los escritores tienen que escribir en cada momento lo que sientan.  Y en cuanto a las cartas del consultorio, llegó a ellas porque dijo: ¿Dónde puede haber un archivo de la intrahistoria de este país, con pelos y señales, no lo que salía en el Nodo, ni en los seriales de la radio, ni en las películas de Saiz de Heredia y demás, que convergían en el mismo ideario?

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Entonces comenzó a tirar del hilo de las cartas que se habían mandado al consultorio y su intención fue localizarlas, saber si había algunas relacionadas con la talidomida, si había escrito alguna de las madres afectadas.  Fue apasionante, primero supo que los dueños tenían una masía en Cornellá, donde habían estado almacenadas.  Más tarde, habían pasado al archivo del Baix Llobregat en San Feliú.

Fue y encontró un filón.  De cada una de esas misivas se puede escribir una novela porque son historias tremendas.  Sospechosamente no encontró cartas sobre el tema fechadas entre el 69 y el 71, entre las 75.000 que se conservan. Esa ausencia le hizo pensar.  El Gobierno nunca reconoció que aquí se habían dado esos casos, además había una censura muy férrea.

A Rosario Raro le gusta poner el dedo en la llaga y basta que se trate de un tema incómodo para que escriba sobre el mismo, porque cree que los autores también tienen cierta obligación moral, la de dar voz a los que no la tienen.  Y los afectados del medicamento de referencia han sido muy silenciados.  Nos dio un dato escalofriante.  En Alemania, un afectado cobra siete mil euros al mes, en España (después de mucha lucha) 42 al mes.  Eso es algo que se debería remediar.

Siempre comenta que «Volver a Canfranc» le hizo nacer como escritora, pero «La huella de una carta» le hizo crecer como persona y estar, convivir con los afectados, que no han perdido el ánimo, que incluso trabajan por el bien común.  Y eso es una lección enorme que lleva a relativizar.

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Le dejaron ver las cartas físicamente, aunque tuvo que firmar un documento para comprometerse a no desvelar nombres.  No estaba en su intención, por una cuestión de respeto y de delicadeza.  En su novela, todas las cartas que aparecen son reales, pero las personas que protagonizaron esos hechos lo supieron antes de la publicación, le dieron su autorización, aunque le anticiparon que corría el riesgo de que no se lo creyera nadie, a pesar de que sucedió.

Eran unas historias tremendas, tanto que más que dirigirse a la radio deberían haber ido a una comisaría. También se dio cuenta de que había muchas cartas de hombres, pero no se emitían porque en esa época no utilizaban cosméticos.  Y el consultorio no era un teléfono de la esperanza, ni un medio para ayudar, era un formato publicitario para vender cosméticos. Después de una carta tremebunda, anunciaban el producto y se quedaban tan tranquilos.

Eligió algunas de esas cartas, que pasaban por una doble censura, y las incluyó en su historia, como una especie de microrrelatos, especialmente aquellos que trataban sobre temas que entonces no existían para el Régimen, como la homosexualidad, malos tratos, incesto, etc.  Y recordó que el desván de la masía, había un millón de cartas guardadas. Rescataron 75.000 y una tercera parte están digitalizadas.  Lo que nunca pensaron quienes las mandaron es que ahora estarían al alcance de quien quiera leerlas.

Y pasó a su tercera novela, «Desaparecida en Siboney».  En este caso, como siempre que escribe, aprendió muchas cosas.  Por ejemplo, se dio cuenta de que las historias pueden ser verdad o mentira, depende desde dónde y hasta dónde las cuenten.  En España, la Revolución Industrial fue, sobre todo, catalana y textil.  Cuando vio lo que valía un telar en 1875, pensó lo que suponía llenar una nave entera de telares, se necesitaba una fortuna.

Nos han contado que las grandes fortunas de la alta burguesía catalana provenían de la industria textil, pero la pregunta que se hizo ella para escribir la novela, fue de dónde había salido el dinero para montar las fábricas.  Y comenzó a indagar, hizo muchos descubrimientos y el más importante fue que, en la mayoría de los casos, provenía del tráfico de esclavos.  Para evitar acabar en los juzgados, al vincular a personajes actualmente relevantes con sus antepasados negreros, ella tiene una costumbre muy curiosa para no defraudar a sus lectores.

En las últimas páginas de sus libros, en las notas de la autora, le gusta poner las cartas sobre la mesa, detallar lo qué es ficción y qué realidad.  Aquí lo hizo con un telegrama real.  Si se pone su contenido, una línea, en el buscador de internet, automáticamente se descubre quiénes son los personajes.  Sin duda ¡un trucazo!

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Asimismo, conoció lo que era la sacarocracia.  Las exportaciones de Cuba eran el café y el cacao, ambos tremendamente amargos en origen.  Cuanto más se exportaban, más azúcar se necesitaba.  Por eso, los productores de azúcar eran quienes tenían más dinero en la élite colonial, estaban en la cúspide. Y la protagonista pertenece a esa sacarocracia.  Estuvo de acuerdo en que se ha escrito poco sobre ese momento histórico y es un momento muy atractivo.

En 1875, Cuba era la provincia más rica de España.  Cuando había un invento en el mundo, los primeros lugares a los que llegaba era a Nueva York, París, Londres, Santiago de Cuba y la Habana.  Hay mucho desconocimiento sobre lo que supuso. El algodón para la industria procedía de allí y era muy barato, porque no se pagaba la mano de obra.

Por último, Rosario Raro nos adelantó algo de su próximo trabajo.  En sus tres novelas hay elementos que son marca de la casa.  Y en la cuarta también van a aparecer: el tema social, que está basada en hechos reales y que supone sacar a la luz acontecimientos muy relevantes pero que no son demasiados conocidos.  Respecto a la fecha, a ella le gustaría que estuviera en abril para estar en Zaragoza en San Jorge, porque para ella es un ritual. Ya la ha entregado.  En esta ocasión, vuelve a 1944-45 en España.  Y nos desveló que íbamos a reconocer muchos lugares y que, cuando supiésemos el tema, recordaríamos esta charla y sonreiríamos.

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¡Un millón de gracias a Rosario Raro por su entretenida conversación, por compartir con los asistentes tantos detalles y tantos aspectos interesantes! Estaremos muy pendientes de la novedad que tiene entre manos.  Y, por supuesto, me encantaría poder hacerte una entrevista, la invitación está hecha.

Gracias también a los conductores del acto: José Luis Corral y Alejandro Corral, especialmente por plantear esas cuestiones que nos interesaban a todos.  Gracias a los organizadores (personal de Fundación Caja Rural de Aragón) por esta magnífica iniciativa cultural y a la librería.

¡Estoy esperando ya con muchas ganas que llegue el próximo lunes y escuchar a Luis Zueco!